En esta la tercera parte, Leandro, insomne, se dispone a escribir una epístola a Sonia, declarando en ella su arrepentimiento, y sentir por ella, al haberle mentido con descaro. Para al final distanciarse, él a la espera por ella, y ella.... bueno....
Esta parte es un poco más extensa; por ello vendrá a ser la penúltima parte del cuento. Tal vez me pase de cursi, no lo sé. La parte de la carta, me resultó un tanto inevitable llegado a este punto de la trama; supongo por que es muy mío ser romántico de esta forma (en riesgo de extinción), ja-ja-ja. Sin más que decir, espero esta fracción de la historia sea de su agrado queridos lectores -al igual que espero hayan sido las partes previas-.
Al otro extremo… Arrebato
pasional
Una noche única como ella
Leandro miraba
las fotografías tomadas con su cámara a lo largo del día, comenzando en Trafalgar Square,
dándole poca importancia a todos esos lugares que capturara interesado en ellos
o meramente pareciéndole dignos de fotografiar, pasándolos de largo; y
deteniéndose a contemplar a detalle en las que aparecía Soñichka o ambos a cuadro; pues ella le había pedido tomarlas para
después se las enviara por e-mail.
Miraba a Soñichka, a medio cubrir por
las tibias sabanas, con media pierna de fuera al igual que su espalda, hasta
llegar a donde pierde su nombre, e iluminada por la luz de la luna que, desde
su cintura hacia abajo, le alumbraba con resplandor, de una forma, a los ojos
de Leandro, etérea, mágica, divina; contemplando su juvenil y exuberante piel
emanante de beldad pura, luchaba indeciso contra el impulso de fotografiarla,
temiendo y sopesando las repercusiones de dicho acto: proyectando que
terminaran en internet por numerosos infortunios, como ser hackeado, perder la
cámara o memoria, etc., y con ello terminar por menoscabar a Soñichka, algo que temía con angustia.
Al final, decidió proceder con dicha pretensión, prometiéndose resguardar la
fotografía de ojos extraños, y pedir más tarde su venia para conservarla, o
eliminarla si no era así. Cambió la memoria por la de respaldo y colocándose de
tal modo que el rostro de ella no saliera a cuadro oprimió el disparador y la
inmortalizo en pixeles, bits; y con ello sentimientos, recuerdos, que quería no
desaparecieran nunca, más allá de su memoria.
Tras
observarla dormir, por un buen rato, dio una rápida hojeada a sus libros, abrió
el cuaderno en el escritorio y se puso a escribir, curvando y entrelazando los
caracteres romances:
«Londres, Inglaterra.
“Habitación de huéspedes de Lucilda.”
Verano de 201(…) Para Sonia a
secas.
Te escribo
esta carta, querida Soñichka, porque
sé que jamás nadie te escribirá una; en estos tiempos ya no; por tanto, tengo
la esperanza de que la atesores, en caso de que no termines por odiarme al
terminar de leerla; por mi atrevimiento… Mi descaro. También la redacto porque
ni mil mensajitos podrían expresar lo que siento, lo que mi corazón envía a mi
cerebro y este transcribe lo mejor que puede, para con mis dedos, mi muñeca,
plasmar con tinta en estas hojas lo que quiero que sepas, lo que siento, lo que
me impide conciliar el sueño ahora; y no podría expresarte todo esto con
palabras, al menos no sin antes registrarlas en lienzo. En verdad,
sinceramente, Sonia, lo hago así por mi cobardía a decirte la verdad de frente;
y temiendo en un arrebato se estropee todo.
La verdad es
que no soy ruso, escasas palabras sé, y escribirlo… menos, lo más que conozco
de esa misteriosa y excitante cultura es algo de su literatura de hace dos
siglos; lo que se dice de ellos con exageración en series, TV, películas y
videojuegos, la leyenda rusa que el “mundo” ha creado de ellos; en parte cierta
supongo, toda leyenda tiene algo de verdad. Por otro lado, mi inglés es regular
tirando a pobre, supongo. Liev es el
nombre del autor del libro que leo actualmente; mi nombre es Leandro (…). Y la mayor verdad, la mayor mentira, es que
hablo español… Por consiguiente lo entiendo a la “perfección”; cada palabra que
pronunciaste creyendo no la captaría la he comprendido. Te he mentido, y desde
el primer momento me he arrepentido; me deje llevar, influenciar por Tomás… Y
después no supe como confesártelo; conforme pasaba el tiempo más difícil se
volvía hacerlo, y no encontraba como afrontarlo, decírtelo; temía huyeras sin
remedio al hacerlo. En la librería, daba y daba vueltas pensando como decirlo;
pero cuando mi angustia era creciente repentinamente me calme y deje fluir la
situación con naturalidad. Ahora bien, si en este punto estas enfadada, molesta
por haberte engañado con descaro, por favor te pido no sigas leyendo; y
entenderé si botas, rompes o quemas esta misiva, o si haces todo junto. Por
favor no creas que todo ha sido nada más que un ardid para terminar en la cama;
es sólo que soy un idiota, el imbécil más grande al haberte mentido, y créeme
que me arrepiento profundamente. Si pudiera volver en el tiempo… No cambiaría
nada, pues creo con fervor, los acontecimientos de hoy son la prueba de un
fatalismo fluctuante de determinismo; siempre he creído que el “mundo humano”
es así, y hoy más que nunca; además no te vería como lo hago ahora.
Ayer, hace
unas horas, ahora (contigo el tiempo me es confuso), oyéndote hablar he querido
conversar y contarte tantas cosas, en principio pensé que lo que tenía por
decir te parecería estúpido, mundano y vano, y creo estar equivocado, tan
equivocado. Por cierto, he revisado tu teléfono, no he mirado tus mensajes, sí
tus fotos, historial de internet y algunas cosillas más, lo siento por invadir
tu privacidad; no es escusa pero, quería conocerte un poco más, y como
permanecía con mi estupidez de pretender ser alguien más, bueno…
Espero poderte
compensar; si es que así lo decides, contestare todas tus preguntas sin
importar que. Te contare un poco de mí, soy alguien generalmente solitario; la
solitud es común en mí. Tomás es… en gran parte opuesto a como soy yo, y somos
amigos pese a ello, porque su amistad siempre ha sido incondicional; y aún con
nuestros constantes desacuerdos y conflictos no rompemos nuestra amistad. Y
supongo, le debo en gran parte el conocerte, pero no le culpare si esto sale
mal, pues en cualquier momento pude decirte la verdad, o rehusarme a su plan.
Mi soledad y melancolía, con las que vivo y siento la vida, son eclipsadas
ahora por ti, con lo que creo es una honda conexión, y temó no sea reciproca
sino imaginaciones mías.
Debo
confesarte, en este viaje, en esta ciudad, se estremecen mis sentidos; al oír
el acento, o acentos, originarios de esta región, específicamente de las damas
inglesas, es que me ocurre sobre todo; pero sobre este particular deleite
sensual que sufro, siempre se ha hallado, por mucho, el de escuchar hablar a
una dama como tú; hay algo en tu acento que me cautiva, embelesa sin remedio,
incluso diría excita. Jamás había apreciado tanto el lenguaje hispánico,
nuestro idioma, como ahora… Oyendo de tu embelesadora y melodiosa voz las
palabras que florecían de ella. Tu voz me resulta canola, magnifica, atildada
por ese sensual acento castellano prodigado de “des” en sustitución de algunas
consonantes. Simplemente enloquezco, enervándome por completo al oírte
pronunciar cualquier palabra.
Londres me
resulta muy pintoresco y a la vez vibrante, pero las ciudades son sólo lo que
la gente plasma en ellas, y lo que ellas expelen es lo que es su gente; por
ello, ahora, nada me haría más feliz que descubrir la ciudad o donde quiera que
sea el lugar que te viera crecer, aquel al que de seguro llamas hogar con
orgullo. No me atrevo siquiera a imaginarlo, ya que sé erraría al hacerlo.
Me has
otorgado el mejor día de mi vida, hasta ahora. Si no me perdonaras, tratare de
recordar lo mejor de este día, y no emperrarme en la culpa y la desdicha.
Creo que sería
aventurado decirte que lo que siento es porque te amo; y siento que no hacerlo
sería expresar algo deshonesto. Estoy
tan confundido, como nunca lo he estado o creería estarlo.
Creo que el
amor es, fuera de su manto que cobija embelesador y cegador, hipócrita, pues al
salir de esa ilusión que nos hiciera ver y creer lo mejor sobre la persona “amada”,
al menos en apariencia, el golpe con la realidad es brutal, a veces; y aún así
seguimos repitiendo el patrón. Sabiendo esto… Quiero creer, querida Soñichka,
que lo que siento ahora por ti es un algo, espero, más allá del amor
convencional, de ese simplón, vano y carente de inteligencia y profundidad, ese
del que todos hablan y se habla en canciones poperas y películas trilladas;
llegando a tal grado de unir dos almas más allá de tiempo, distancia o lo que
sea. También, me considero alguien pirrónico a creer en el amor repentino, el
mítico “a primera vista”; incluso a expresarlo sin meditarlo y evaluarlo, si
realmente es lo que siento y no un arrebato caprichoso de mis emociones o
sentidos; incluso lo hago de este modo simplemente para usar la palabra en
cualquier ámbito de mi vida. Y tú, mi querida Soñichka… me desconciertas,
enervas mi temple, mi razonamiento, mi lógica, mi cordura... Esta noche,
inolvidable, de añoranza, te he dicho que te amo sin que lo sepas… Y ya no se,
Sonia, si es verdad… si es verdad en lo que creo, mis convicciones, mis
opiniones y puntos de vista sobre las mujeres, el amor, su significado, como se
siente… Si lo que siento es amor, y por tanto, si te amo. No lo sé Sonia. Y
temó con pavor, un miedo apabullante, que sea así, porque de ser así, no sé qué
hare; pero soy consciente que será mi ruina, mi fin… sin ti.
Hasta esta
noche… Por esta noche a tu lado, ahora dudo alguna vez haber hecho el amor; los
actos íntimos que tuve con anterioridad no son ni de cerca lo que tuvimos esta
noche, se quedan muy detrás del placer que hoy experimente, que está con cada
latido de mi corazón, que me hace sufrir como nunca creí posible. Si no duele
no se ama; y por amor se sufre, ¿no?
Justo
escribiendo esto, contengo mis suspiros, mis lagrimas (pues si te despierto que
pensaras de mí; y no es que me importe que me veas llorar por ti, sino que me
creas un raro) al imaginar que si me perdonaras por engañarte irremediablemente
nos separaremos en unos días, yo partiendo al este y tu al sur… No sufro por
qué no sientas lo mismo que yo, eso es decisión tuya y la respetare, sufro
pensando que me correspondas y no culmine lo que deseemos que sea de nosotros,
y se quiebre sin remedio al separarnos. Dicen que el amor de lejos es para…
ustedes dirían «gilipollas», ja-ja. En este momento quiero creer, como varias
ideas en mí, con convicción, que no será así, que quizá hallemos un modo de
estar juntos, de profesarnos ese amor que espero compartamos. Pero, también
temo hacerlo, hacer todo por ti, por sobre mí y otros; temo dejar todo por ti,
abandonarlo, “solo tendrías que pedírmelo”, y que con el tiempo el hechizo
embestido sobre mí se desvanezca, y con ello lo que hoy deseo más que nada
desaparezca resultando con el tiempo un recuerdo, una ilusión etérea de una
vida hasta entonces maravillosa. Este es mi peor mal, proyectar, imaginar lo
que es, fue y será de lo que vivo y veo, es mi maldición… Y entre ello, tú mi
contradicción.
Todo lo que
daba por hecho me resulta ahora equivoco o dudoso; me siento temeroso e
inseguro sobre la vida, y quiero con anhelo que me muestres la tuya, esperando
vuelvan los colores donde ya no los hay, que me ayudes a retomar el rumbo al
camino que acabo de perder: pensando en no verte de nuevo, pues si llegáramos a
congeniar, como espero sea, la distancia nos separara, sin mucho que podamos
hacer para remediarlo.
Cien razones
puedo ver en lo nuestro, lo que tenemos hasta ahora: como que cada decisión que
hemos tomado y aún antes de poder hacerlo, nos ha traído irremediablemente a
este momento, para cambiara nuestras vidas; o que nuestras almas, en cada vida,
con ardimiento se han atraído una y otra vez para estar juntas, siendo lo
nuestro un amor mas allá de la muerte y profundo en la vida; también, podría
ser que nuestras almas se sintiesen solas, y al el Universo sentir esa soledad
conspirara y nos guiara a este viaje, para
al sentirnos atraernos fatalmente y unir nuestras almas afines, y ansiar
por voluntad propia estar juntos (siendo así como me complace creerlo). Pero,
mi mente más allá de toda lógica, misma que prevalece casi en todo momento, se
rehúsa a creer que es un simple encuentro casual y fugaz entre dos simples personas
que se encontraron por casualidad, para después seguir con sus vidas tal y como
eran antes de encontrarse. Creo que mi cerebro estallara y mi corazón se
despedazara compreso, abrumados por las sensaciones y sentimientos profundos,
intensos, avasalladores que imperan en mí. Prefiero pensar que todo mi ser es
el que me lleva a sentir esto; que hasta el último átomo vibra con excitación
al sentirte, ya sea cerca de mí, ya sea viéndote, ya sea meramente en mi
pensamiento.
Eres mi
contradicción porque quiero que seas lo que espero que seas, pero no te
confundas, no quiero que seas algo determinado por mí, quiero que seas esa a
quien le puedo contar todo, la que me ame por quien soy, que comparta su vida
conmigo, tal vez la última y única; y mi contradicción porque yo no creía en
esto, y ahora sólo quiero creer. Entre lágrimas, por mi corazón que se
desborda, te digo Sonia: ¡Si me odias, si me desprecias por mentirte, es mi
justo castigo por deshonrarte, injuriarte, crearte sentimientos ilusorios; y si
me correspondes, me aceptas, ¡la dicha no cabra en mí y mi felicidad será
total!
Considerándolo
todo, tranquilizándome y meditando mirando por la ventana, quiero decirte, que
sepas, que te amo, sí, te amo; porque si el enamoramiento es un proceso
químico, en parte involuntario y que surge del inconsciente, ahora soy víctima
de dicho proceso, y si tú lo provocaste puedo decir que te amo sin faltar a mis
convicciones, dejándome de mis absurdas dudas existenciales. ¡Te amo! Muy a mi
modo nubloso y prodigado de incertidumbre, ¡te amo!
Ahora tratare,
me esforzare, por sacar de mí ser, y que sepas, lo que siento por ti, más
concretamente lo que me quema, lo que habita ardido en mi pecho mientras asoma
el sol esperando le cuente la dicha de mi vida; y no pensando en escenarios que
quizá no sean reales a futuro. ¡Aunque lo que escriba realmente no pueda
capturar o denotar lo que siento con análoga intensidad!
Al igual que
anoche, mientras jugaba con tus labios y, repentinamente, me golpeabas la
espalda con los talones o me alabas del cabello… Lo que quiero que sepas con
esto, es que por ti sufriría lo que sea con tal de complacerte… Así me pidas te
olvide.
Durante la
noche, durante nuestro encuentro romántico, intimo, amoroso, no podía dejar,
evitar, besar tu boca, por sobre otras zonas de tu precioso cuerpo, impulsado
por un incontenible clamor de sensaciones, que al hacerlo era como obtener de
tu aliento un algo que llenaba mi pecho, mi alma; algo que creo es lo que
habita en la tuya, lo bello en ella, en ti, y como sientes la vida; pues ahora
a unas horas de este glorioso momento, nuestro momento, extraña e
irremediablemente veo el mundo diferente: todo brilla más, es más grato, más…
lleno de vida (bien podría ser el cambio de iluminación, ja-ja). ¡Gracias por
ello… por tus dulces besos que yacen ahora en mi alma!
Ojos verdes,
azules y de otras tonalidades los hay, pero para mí los más bellos son los
tuyos. El color, visto superfluamente, como la mayoría hace, es un mero engaño
propio, pues sólo resaltan su vistosidad; sin en cambio todos pudieran ver lo
que he visto en los tuyos… Cuando me mirabas en el museo desviando de inmediato
tu mirada frágil como el cristal, o en la “dulcería” llenos de evidente jubilo
como la niña que creo aún yace en ti; o en el lecho cuando nuestras miradas se
encontraban, ¡y más aún!, cuando se buscaban motivadas por sensaciones y
sentimientos mutuos, compartidos del uno por el otro, y pare el otro; sería más
grata y sencilla esta vida… un poco menos banal y sumamente más bella. Quisiera
mis ojos vieran los tuyos cada día, pero…
Comparto, como
varias de tus ideas y pensamientos, contigo la opinión sobre que, si a caso
habrá un par de millones de personas en este vasto planeta que en verdad traten
con respeto y dignidad a los animales, no como iguales, ni como inferiores,
como debe ser. “Verdaderos héroes; dignos de admiración”, como dijiste. En lo
que discrepo rotundamente, con inflexión y sin miramientos, es en que sepan
mejor las hamburguesas con cátsup y sin papas a la francesa.
Por qué lo
dijiste, sé lo importante que es tu preparación para tu futuro; el que quieres;
y me honrarías si formara parte de él, aunque fuera como un simple amigo casual
con quien hablas al estar aburrida; pero a la vez, me niego a que me cambiaras
o interfiriera con él.
Si me
preguntaras que es lo que más quiero en esta vida, ahora te contestaría que es
estar contigo, a tu lado, compartir nuestras vidas, ver el mundo progresar o
degradarse, pero contigo a mi lado, estar horas y horas contigo en la cama, y
no solo haciendo el amor, sino también acariciando tu piel desnuda mientras me
cuentas algo, lo que sea, no me importa, o, también, en completo silencio, como
esta noche, dejando que nuestros cuerpos hablen, sientan y gocen de nuestra
compañía (creo que también me has hecho apreciar el silencio); o meramente
durmiendo y roncando, ja-ja; mientras estés a mi lado. Mientras estés a mi
lado, física o moralmente, siento casi como un presentimiento, una vocecilla
que me dice que todo será mejor, todo irá bien sin importar que pase.
De todos los
países, de todas las mujeres, tenias que ser tú a quien mejor se ajustan los
términos «el amor de mi vida», «alma gemela», etc. Supongo que en realidad el
amor no tiene fronteras; aunque te debo decir que eso de la frontera no creí
que cubriera todo un mar de lejanía. De entre miles de posibilidades en mi
vida, me tenía que enamorar de ti; no lo digo con pesar, sino como un hecho
ineludible. Y no es que tuviéramos que conocernos de un modo u otro, sino más
bien que tenía que ser ahora y aquí, solamente aquí y sin más opciones. ¡Lo
vez, me es imposible dejar de pensar en los porqués y motivos, el trasfondo y
la profundidad de todo!
Creo que esta
carta es poco clara y concisa sobre mi sentir; pero estoy abrumado, cansado
física y mentalmente, y es la quinta vez que la reescribo, por lo que prefiero,
si es que lo quieres y me lo permites, mostrártelo, quererte, adorarte y
enloquecer por ti.
P.D.:
Si has llegado
a esta parte de la carta, y no me odias, o solo quieres patearme la ingle, te
esperare en el parque que cruzamos para llegar a la biblioteca, hoy a las 5:00
pm, la hora del té. Y si no llegaras a tiempo, amada Soñichka, dejare una nota
debajo de la banca que mira al sur y en ella encontraras donde aguardare por ti
al día siguiente. Si no te presentas… mi amada Soñichka, sabré tu sentir y
pensar. Lo hago así esperando que si me odias y no acudes, conservaré el
recuerdo de hoy intacto como está hasta ahora, y preguntándome hasta la tumba
que hubiera sido si… Hoy cuando me marche, y bese tu mano, será una expresión
de que te amo, mi voz enmudecida y mi corazón expresándote su amor por ti.
Si hago todo
esto es con la esperanza de tu perdón, y evitando una confrontación que
estropee todo, a la vez que puedas procesar todo de mejor manera y decidas a
tus anchas. Por cierto, te deje dos presentes detrás de la pantalla, en la
sala, ¡espero sean de tu agrado!
Al igual que
nadie te escribirá ya una carta romántica, amorosa, como ésta, nadie te amara
como yo haré… Mi amada Soñichka.
Я люблю тебя, мой Соня... Сонечка.»
Sonia
despertó; Liev volteó de inmediato al
ella llamarle. Sonriente, despeinada y somnolienta, pero bella y sensual ante
la luz amarillenta de la lámpara de mesa, estirando el brazo pedía a Liev le acompañara en la cama. Liev dejó lo que estaba haciendo:
meditar mirando las gotas de lluvia escurrir por el cristal de la ventana; y
acudió ante Sonia, su amada Soñichka.
Se introdujo en las sabanas, puesto que la atmosfera había enfriado un poco.
Sonia le abrazó, y sonriendo con júbilo le estrujó con cariño acercándose tanto
como le fue posible a él, y, entrelazó y frotó su pierna con la de él. Él le
abrazó con fuerza, beso su nuca, y acariciando suavemente su brazo suspiró
hondamente, cerró los ojos al hacerlo y dijo musitando:
—YA lyublyu tibya, Soñia… YA lyublyu tibya.1
1 ¡Te amo, Sonia… te amo!
Para Sonia,
fuera del confort y el cariño que experimentaba, pasaba por alto la punzante e
intensa aflicción que experimentaba Leandro, colerizándole, compungiéndole y
martirizándole por diversas razones completamente ignoradas por ella. Al poco,
a Leandro una profunda paz interna y sosiego le mecían, apartándolo de
preocupaciones y angustias, sintiendo el cálido momento así como el cuerpo de
Sonia pegado al suyo, con plenitud hasta volver a dormir.
Antes de medio
día, Leandro y Sonia yacían acurrucados, de costado, él de espaldas a ella
abrazándola con fuerza sabiendo, muy probablemente, no volvería a hacerlo nunca.
Sonia se levantó y tras besarlo, y él desairar su invitación, de inmediato se
dirigió a la ducha. Escuchando el agua caer antes de cerrase la puerta, Leandro
se incorporó sentándose al borde de la cama, mirando al suelo con profundo
pesar en su ser… Dio un hondo suspiro, miró al techo y se dispuso a vestirse.
Apenas dejó sobre el escritorio el celular de Sonia, directo, dejó una nota a
primera vista para cuando ella saliera; y cruzó el umbral.
Sonia,
secándose el cabello tras vestirse, en la sala, atendió al llamado del timbre
de la puerta del departamento. Y como indicaba en la nota, Leandro volvió con
el desayuno; yendo a un lugar cercano a unas cuentas calles del departamento,
más concretamente en la esquina de Commercial St y Lolesworth: en un grato lugar
llamado «Lupita». Colocó la bolsa sobre la barra y ambos tomaron asiento: Sonia
de frente a Liev, pues quería verle
con ahincó. Al Liev servirle en el
plato dos porciones ella preguntó jubilosa:
—What is this? 2 —Leandro fue
sacado de su transe pensativo, para responderle, meditando el modo en que lo
haría, el asentó, esperando no delatarse.
2 ¿Qué es esto?
—It’s… —Hizo una pausa fingiendo buscar en su mente. —Tacos of po… chicken pibil
and pastor. And to drink, delicious “cool” water of jamaica and horchata. Mexican food! 3
—Esta vez, al terminar de hablar, se sintió tan estúpido, ya que era un asentó
sumamente estadounidense, nada que ver con sus anteriores pretensiones. Por
ello, se preguntaba, consideraba, la posibilidad de que Sonia supiera o cuando
menos se imaginara la verdad, y no le importara; llegando a relajarse al
convencerse de ello—. I hope you enjoy it, Soñia.4
3 Es… Tacos de po… pollo pibil y pastor. Y para beber, deliciosa agua “fresca” de jamaica y horchata.
4 Espero que lo disfrutes, Sonia.
Sonia,
bebiendo con ayuda de un popote, primero del agua blanquecina que le sirviera Liev, miraba a este alistar su plato, bañando
la carne sobre el “platito comestible de maíz” con abundantes gotas de limón y algunos
condimentos más, y saltándose la salsa. Al ver esto, Sonia imitó el proceso, al
igual que la forma de sostenerlos y llevarlos hasta la boca; mismo modo que
estaba especificado en un par de mantelitos de papel que venían con la orden.
Leandro sabía que todo fue de su agrado notándolo por su expresión al comer, al
igual que el agua fresca que tomara con prisa. Y por último, como postre,
Leandro sacó de la bolsa unos largos y azucarados churros.
Al terminar
ambos con los platos, fueron al sofá, donde miraron la TV sin prestar realmente
atención a lo que ocurría en aquel pixelado rectángulo, pues cada uno se sumergía
en sus pensamientos, miedos y fantasías. Ella ansiosa y feliz; él melancólico y
angustiado, tan temeroso como nunca de la incertidumbre del futuro. Entre
tanto, Sonia jugaba con la mano de Liev,
y él le acariciaba sus largos cabellos, suavemente, subiendo y bajando. Sonia
buscó un beso, y al poco buscó otro; deteniéndose Leandro al saber donde
terminarían de seguir por ese camino calzado de besos, arrumacos, caricias y emociones
intensas.
En la puerta,
tras intercambiar unas palabras, Sonia, afligida y melancólica, estaba dudosa de
si besarle, despedirse de mano o quizá un abrazo; Leandro le tomó la mano y
antes de besarla dijo, hilando lo que pudo para decir lo que quería:
—Da svidañiya! My beloved,
Soñichka 5 —Tardo en liberar su mano y le sonrió con nostalgia
al hacerlo, mirando fugazmente su rostro sonrojado; para salir por la puerta y
cerrarla tras de sí… portando consigo un equipaje sumamente pesado y
voluptuoso, un equipaje emocional de contenido diverso y variado, matizado,
pesaroso y gozoso. Y un obsequio en una bolsa.
5 ¡Adiós! Mi amada, Sonia.
Bajo a la
ventana de la habitación de Sonia, Leandro se montaba en un taxi, mientras
ella, sentada en su escritorio, comenzaba a leer la carta dejada entre las
hojas de su cuaderno.
D. Leon.
Mayén
Al otro extremo… Arrebato pasional -
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D. Leon. Mayén