Cuando miro... cuando las miro... ¡cuando la miro!
Cuando te miro
¿En que pienso entonces? ¿Qué buscan mis ojos al rondar tu
beldad?
En ti... A ti… ¡y más!
La curiosidad innata,
inquisitiva, de mi mirar me guía a preguntarme indagador al verte, más allá de
lo obvio y aparente, qué se oculta tras tus ojos, tu sonrisa o serio semblante,
bajo esa cabellera que luces atrayente, al medio de tus oídos que, quizá como
los míos, curiosos también escuchan de todo un poco, y eso que guía tu voz y
todo lo que haces y eres: hablo de tu mente; pues eso somos realmente, mentes
en cuerpos pulidos o erosionados; reflejo de lo que fuimos y somos… Mentes. Pues
mis ojos y sentidos, instrumentados por mi cerebro, son guiados a buscarte
constantemente; a veces temiendo me mires, otras directo y a hurtadillas de tu
conciencia pero, siempre clamadas por tu notable belleza, y plagadas de mi curiosidad
hambrienta de conocer.
Osadas veces me atrevo a
imaginarte, recrearte estúpidamente en mi mente; pues escasas veces no impera
la lógica y lo evidente en mi cabeza; sustituyendo entonces pensamientos
fantasiosos sobre cómo eres por una cautivadora sensación interrogante,
inquisitiva, preguntándome como eres en realidad, la vida, la historia tras de
ti… oculta a la vista; entonces es que me arroba cada vez más el observarte,
buscando ahora estúpidamente en mi mente descubrir por mi cuenta quién eres…
porque sé sólo tú puedes decirme y mostrarme quien eres.
Es grato lo que perciben mis
pupilas al observarte, al igual que mi mente al cuestionarme sobre ti, querida
desconocida, pero más placentero seria lo que provocarías en el resto de mis
sentidos si, intimando un poco,
cautivaras uno de ellos con alguno de los tuyos: si tus palabras me atrajeran
sin remedio a ti, o si tu forma de ser me atrapara deseando no apartarme de ti
por más que oponga resistencia… si… Tantas cosas que pueden originarse de ti.
Por desgracia para mí, esto es poco probable que pase en cuestión de segundos,
de un fugaz encuentro de nuestras miradas, ya que tan inquisitivo como soy, soy
cauto y desconfiado por las cicatrices de un pasado distante; en proceso de
secado, ja, ja.
Si por algún motivo te pudiera
contemplar con constancia, y mis ojos se cansan… en mi mente moraras al ellos cesar.
Y luego, quizá, con tiempo y trato, tú misma, de tu voz y actuar, me muestres
quien eres; me permitas mirar dentro de ti… Bajo las prendas que te acobijan,
por qué lo deseas así, no por qué lo quiera yo… ¡Mejor dicho lo anhelemos los
dos con frenesí!; así pasen años, lustros o décadas, ocultándote de mí y yo
buscándote entre miles… al mirar y mirar todos los días sin parar… Querida
desconocida.
D. Leon. Mayén