Hacia tanto que no subía una reseña, pese a no cesar de leer, pero debido, curiosamente, a lo mismo: no parar de leer, es que no me he tomado el tiempo para reseñar una de mis lecturas. Pensé realizarlo con Noches Blancas y Otros Relatos, de Dostoyevsky; un libro con tres magníficos relatos, con los cuales me deleite, sin duda; y del cual reseñe tenuemente en mi perfil de Entre Lectores. Y ahora les traigo esta joya de la literatura.
Reseña: La Buena Tierra
De: Pearl S. Buck
Comenzare, como “breve” introducción, relatando como es que
este libro llego a mis manos, mis ojos, mi mente y más. Un día, específicamente
el viernes 31 de Diciembre del ya extinto 2016, acudí a mi librería predilecta,
y de las más cercanas, a recoger mi pedido: Cuentos
desde el Reino Peligroso, de J. R. R.
Tolkien —aún sin abrir pues espero a completar mi colección de todas sus
obras—; y teniendo pensado gastar mis puntos acumulados en mi tarjeta de
comprador frecuente, decidí comprar otro libro, para no perderlos al fin del
año. Pero, no es que lo haya tomado al azar, pues tengo una gran lista de
libros por adquirir; y como he mencionado antes, prefiero que los libros
lleguen a mí. Sino que la semana anterior a esas fechas, cuando aparte el
libro, necesitando esperar unos cuantos días a que lo trajeran de la sucursal
matriz, mi padre, pululando por la librería en la sección de computo,
seguramente; según me dijo después, recordó haber leído «La buena tierra»,
cuando niño; preguntó si la tenían en existencia para después decirme que la
comprase. Reaciamente me negué, ya que no me alcanzaba para pagar los $63.00
pesos requeridos, y sí comprando una abominable novela, la cual trato de
olvidar infructuosamente. Entonces, al recoger el libro de Tolkien me decidí por llevar este libro, del que les hablaré; en
principio, y pese ganar el Pulitzer en el 32 y la autora ganadora del Nobel de
literatura en el 38, me parecía no sería de mi total agrado. No así ahora, es
de mis libros predilectos, inolvidable, e insoslayable si me preguntan por mis
gustos literarios.
Este libro de la Editorial Purrúa, de la colección “SEPAN
CUANTOS…” enumerada como la 667, no es el más extenso que he leído, creo, pero
si el que con más ansia he devorado. La simpleza, la humanidad y el detalle con
que la escritora lo relata todo es… magistral; hizo que me sintiera inmerso en
la historia, ¡olvidándome de mí!, y sólo buscando noche tras noche un poco más
de “este opio” «como hiciera la señora de la gran casa o el tío o la esposa del
tío de Wang Lung, el protagonista de la historia, que comienza con el día de
sus bodas; un humilde labrador que vive de la cosecha, de la tierra y su
bondad. Ubicada en China a poco más de principios del Siglo XX. He aquí el
primer párrafo:
“Era el día de las
bodas de Wang Lung. Por el momento, al abrir los ojos en la sombra de las
cortinas que rodeaban su cama, no acertaba a explicarse por qué razón aquel
amanecer le parecía distinto de los otros. La casa permanecía silenciosa.
Únicamente turbaba su quietud la tos del padre anciano, cuya habitación estaba
frente por frente de la de Wang Lung, al otro lado del cuarto central. La tos
del viejo era el primer ruido que se oía en la casa cada mañana. Generalmente,
Wang Lung la escuchaba acostado en la cama, y así permanecía hasta que la tos
iba acercándose y la puerta del cuarto de su padre giraba sobre los goznes de
madera.”
Ulteriormente, Wang Lung va en busca de su esposa, una
esclava de la casa grande… Posterior, tienen hijos, y la prosperidad en la vida
de Wang es buena; en dinero, cosechas y en general; acompañado de su habilidosa
y abnegada esposa. Hasta verse sus vidas trastornadas por la hambruna, pues
todo depende inflexiblemente de las cosechas; terminando por obligarlos a
emigrar al sur. Teniendo que mendigar ahí para sobrevivir, sus hijos, su esposa
«O-lan», así como su padre; mientras él las hace de “taxista” —absolutamente
nada que ver con un taxi de ahora—. Cada mañana acuden a por un plato de comida
para poder alimentarse, donde a la gente como ellos es bondadosamente
alimentada. Poco después, la guerra, y por consecuencia el reclutamiento
forzoso atemorizan a la ciudad, llevando a Wang Lung a cambiar totalmente su
forma de ganar los peniques (dinero) que ganaba de su sudor, para ahora hacerlo
por las noches por miedo a ser enviado a la guerra y alejarse de su familia;
una guerra desconocida en su totalidad para él, así como en qué consistía, pues
es un simple labrador.
Conforme avanza la historia, y volviéndose rico gracias a la
buena tierra, el personaje principal se transforma totalmente, debido al dinero
—desde mi punto de vista—, pues olvida quien era, para ostentar, hasta ser,
quine según él y su estatus actual debía ser… Alguien rico y con tierras, de
buen vestir, y con el tiempo, con más de una esposa; ¡nada bueno!, a futuro.
A grandes rasgos la historia trata sobre la vida de Wang
Lung y su familia, así como de una parte de ella con la que no congenia, pero
por tradición o el qué dirán jamás toma cartas en el asunto, teniendo que
soportar a su tío y su prole sin remedio al éste aparecer y plantarse en su
casa de súbito. Pero no es que se enfoque únicamente en Wang y su forma de
actuar, ver y pensar, sino que se puede llegar a palpar el entorno en que vive,
en los lugares que se desarrolla la trama, así como conocer profundamente a sus
personajes, unos más importantes que otros pero, todos ellos, sin duda, vitales
para la historia. Pensándolo bien, es una obra sobre una vida y las vidas en
ella… algo muy bello y admirable.
Fue tanta mi inmersión en la trama que cuantiosas veces
quise… de algún modo; ja, ja, ja; entrar y abofetear a algún que otro
personaje, sobre todo a Wang Lung. Y es que, por otra parte, nada de lo leído
da indicios a lo que ocurrirá, dando vuelcos inimaginables, pero ·naturales”
—más o menos—, y cambiando o desviando el cauce de la trama, ramificando en
nuevos sucesos insospechados. ¡Pero todos ellos exquisitos!
Diversos enfoques y perspectivas ilustra la novela, desde la
pobreza absoluta, el analfabetismo, hasta la arrogancia, el desdén y desprecio
por la riqueza —al poseerla—, y la hipocresía humana, la ingratitud, algo que
es de lo que más me ha gustado en conjunto a conmovedores momentos, pues
representa perfectamente la condición humana. Bien puede tacharse de machista
la obra, ¡aunque quizá por escribirla una mujer no sea así!, pero más que
machista me parece un vivo retrato de lo que ha tenido que vivir la mujer sin
importar la era o el continente, el tiempo, la raza o la clase social. No es
algo que defienda o con lo que esté de acuerdo… pero negar el pasado es ignorar,
e ignorar es no progresar.
Hay muchos matices en La
Buena Tierra, pero lo que más resalta es la naturalidad y sencillez con que
lo narra la autora, muy humana… en lo bueno y malo de la palabra.
¡Y es qué ya no sé si de ahora en más veré el mundo igual…
al toparme con un mendigo o al comer algo sembrado en el campo!, etc.; puesto
que, aunque la historia narrada entre sus 253 página —poco notorias—, es de una
escritora nacida en Estados Unidos y quien vivió la mayor parte de su vida en
China, y que, pese, a hablar de un continente, un país lejano para muchos, me
deja en claro que esta historia pudo o puede acontecer, de forma remota e
inexacta en su totalidad, en cualquier parte del mundo, ya que sin la tierra no
hay vida en la mayoría de nuestros países… Eso y que la condición humana es
atemporal, inextinguible e inclemente; con la dicha y desdicha que ello
representa.
Espero les interese leer esta obra, pues creo con fervor
vale la pena; casi seguro muchas de sus líneas, de algún modo ya las hemos
visto, oído, presenciado o vivido… ¡Y no es muy costosa! Ja, ja. ¡Saludos!
D. Leon.
Mayén