lunes, 30 de enero de 2017

Reseña: La Buena Tierra - De: Pearl S. Buck

Hacia tanto que no subía una reseña, pese a no cesar de leer, pero debido, curiosamente, a lo mismo: no parar de leer, es que no me he tomado el tiempo para reseñar una de mis lecturas. Pensé realizarlo con Noches Blancas y Otros Relatos, de Dostoyevsky; un libro con tres magníficos relatos, con los cuales me deleite, sin duda; y del cual reseñe tenuemente en mi perfil de Entre Lectores. Y ahora les traigo esta joya de la literatura.


Reseña: La Buena Tierra
De: Pearl S. Buck


Comenzare, como “breve” introducción, relatando como es que este libro llego a mis manos, mis ojos, mi mente y más. Un día, específicamente el viernes 31 de Diciembre del ya extinto 2016, acudí a mi librería predilecta, y de las más cercanas, a recoger mi pedido: Cuentos desde el Reino Peligroso, de J. R. R. Tolkien —aún sin abrir pues espero a completar mi colección de todas sus obras—; y teniendo pensado gastar mis puntos acumulados en mi tarjeta de comprador frecuente, decidí comprar otro libro, para no perderlos al fin del año. Pero, no es que lo haya tomado al azar, pues tengo una gran lista de libros por adquirir; y como he mencionado antes, prefiero que los libros lleguen a mí. Sino que la semana anterior a esas fechas, cuando aparte el libro, necesitando esperar unos cuantos días a que lo trajeran de la sucursal matriz, mi padre, pululando por la librería en la sección de computo, seguramente; según me dijo después, recordó haber leído «La buena tierra», cuando niño; preguntó si la tenían en existencia para después decirme que la comprase. Reaciamente me negué, ya que no me alcanzaba para pagar los $63.00 pesos requeridos, y sí comprando una abominable novela, la cual trato de olvidar infructuosamente. Entonces, al recoger el libro de Tolkien me decidí por llevar este libro, del que les hablaré; en principio, y pese ganar el Pulitzer en el 32 y la autora ganadora del Nobel de literatura en el 38, me parecía no sería de mi total agrado. No así ahora, es de mis libros predilectos, inolvidable, e insoslayable si me preguntan por mis gustos literarios.

Este libro de la Editorial Purrúa, de la colección “SEPAN CUANTOS…” enumerada como la 667, no es el más extenso que he leído, creo, pero si el que con más ansia he devorado. La simpleza, la humanidad y el detalle con que la escritora lo relata todo es… magistral; hizo que me sintiera inmerso en la historia, ¡olvidándome de mí!, y sólo buscando noche tras noche un poco más de “este opio” «como hiciera la señora de la gran casa o el tío o la esposa del tío de Wang Lung, el protagonista de la historia, que comienza con el día de sus bodas; un humilde labrador que vive de la cosecha, de la tierra y su bondad. Ubicada en China a poco más de principios del Siglo XX. He aquí el primer párrafo:
“Era el día de las bodas de Wang Lung. Por el momento, al abrir los ojos en la sombra de las cortinas que rodeaban su cama, no acertaba a explicarse por qué razón aquel amanecer le parecía distinto de los otros. La casa permanecía silenciosa. Únicamente turbaba su quietud la tos del padre anciano, cuya habitación estaba frente por frente de la de Wang Lung, al otro lado del cuarto central. La tos del viejo era el primer ruido que se oía en la casa cada mañana. Generalmente, Wang Lung la escuchaba acostado en la cama, y así permanecía hasta que la tos iba acercándose y la puerta del cuarto de su padre giraba sobre los goznes de madera.”
Ulteriormente, Wang Lung va en busca de su esposa, una esclava de la casa grande… Posterior, tienen hijos, y la prosperidad en la vida de Wang es buena; en dinero, cosechas y en general; acompañado de su habilidosa y abnegada esposa. Hasta verse sus vidas trastornadas por la hambruna, pues todo depende inflexiblemente de las cosechas; terminando por obligarlos a emigrar al sur. Teniendo que mendigar ahí para sobrevivir, sus hijos, su esposa «O-lan», así como su padre; mientras él las hace de “taxista” —absolutamente nada que ver con un taxi de ahora—. Cada mañana acuden a por un plato de comida para poder alimentarse, donde a la gente como ellos es bondadosamente alimentada. Poco después, la guerra, y por consecuencia el reclutamiento forzoso atemorizan a la ciudad, llevando a Wang Lung a cambiar totalmente su forma de ganar los peniques (dinero) que ganaba de su sudor, para ahora hacerlo por las noches por miedo a ser enviado a la guerra y alejarse de su familia; una guerra desconocida en su totalidad para él, así como en qué consistía, pues es un simple labrador.
Conforme avanza la historia, y volviéndose rico gracias a la buena tierra, el personaje principal se transforma totalmente, debido al dinero —desde mi punto de vista—, pues olvida quien era, para ostentar, hasta ser, quine según él y su estatus actual debía ser… Alguien rico y con tierras, de buen vestir, y con el tiempo, con más de una esposa; ¡nada bueno!, a futuro.
A grandes rasgos la historia trata sobre la vida de Wang Lung y su familia, así como de una parte de ella con la que no congenia, pero por tradición o el qué dirán jamás toma cartas en el asunto, teniendo que soportar a su tío y su prole sin remedio al éste aparecer y plantarse en su casa de súbito. Pero no es que se enfoque únicamente en Wang y su forma de actuar, ver y pensar, sino que se puede llegar a palpar el entorno en que vive, en los lugares que se desarrolla la trama, así como conocer profundamente a sus personajes, unos más importantes que otros pero, todos ellos, sin duda, vitales para la historia. Pensándolo bien, es una obra sobre una vida y las vidas en ella… algo muy bello y admirable.
Fue tanta mi inmersión en la trama que cuantiosas veces quise… de algún modo; ja, ja, ja; entrar y abofetear a algún que otro personaje, sobre todo a Wang Lung. Y es que, por otra parte, nada de lo leído da indicios a lo que ocurrirá, dando vuelcos inimaginables, pero ·naturales” —más o menos—, y cambiando o desviando el cauce de la trama, ramificando en nuevos sucesos insospechados. ¡Pero todos ellos exquisitos!
Diversos enfoques y perspectivas ilustra la novela, desde la pobreza absoluta, el analfabetismo, hasta la arrogancia, el desdén y desprecio por la riqueza —al poseerla—, y la hipocresía humana, la ingratitud, algo que es de lo que más me ha gustado en conjunto a conmovedores momentos, pues representa perfectamente la condición humana. Bien puede tacharse de machista la obra, ¡aunque quizá por escribirla una mujer no sea así!, pero más que machista me parece un vivo retrato de lo que ha tenido que vivir la mujer sin importar la era o el continente, el tiempo, la raza o la clase social. No es algo que defienda o con lo que esté de acuerdo… pero negar el pasado es ignorar, e ignorar es no progresar.
Hay muchos matices en La Buena Tierra, pero lo que más resalta es la naturalidad y sencillez con que lo narra la autora, muy humana… en lo bueno y malo de la palabra.
¡Y es qué ya no sé si de ahora en más veré el mundo igual… al toparme con un mendigo o al comer algo sembrado en el campo!, etc.; puesto que, aunque la historia narrada entre sus 253 página —poco notorias—, es de una escritora nacida en Estados Unidos y quien vivió la mayor parte de su vida en China, y que, pese, a hablar de un continente, un país lejano para muchos, me deja en claro que esta historia pudo o puede acontecer, de forma remota e inexacta en su totalidad, en cualquier parte del mundo, ya que sin la tierra no hay vida en la mayoría de nuestros países… Eso y que la condición humana es atemporal, inextinguible e inclemente; con la dicha y desdicha que ello representa.
Espero les interese leer esta obra, pues creo con fervor vale la pena; casi seguro muchas de sus líneas, de algún modo ya las hemos visto, oído, presenciado o vivido… ¡Y no es muy costosa! Ja, ja. ¡Saludos!



D. Leon. Mayén





La Buena Tierra - Pearl S. Buck

lunes, 23 de enero de 2017

Noches entre dos - Pasos y caricias

Las noches en vela, insomnes... son siempre mejores en compañía, y más aún en la correcta, la deseada.

Noches entre dos

Pasos y carisias


Muchas veces la noche es reflejo de la nada y del miedo, de lo oculto y peligroso. No así en el cobijo del lecho, entre dos seres que se desean… Se aman, se anhelan con desenfreno; no sólo con o por lujuria, sino también con ella, aunada al cariño, el afecto, el romance creciente y el deseo desbordado de ambos.

Momentos en los cuales el entorno, de algún modo, desaparece de nuestras conciencias, dando pie a lo que sentimos, emocional y sensitivamente; mezclándose ambas maneras de forma diáfana en nuestros cuerpos y mentes… palabras, ademanes y expresiones, en nuestros ojos y labios, que con estupor alborotan nuestro ser, uniéndose con mayor intensidad y frecuencia mientras la noche se hace más honda, pero, apacible y gozosa. Entre pensamientos que no compartimos, o quizá sí, del uno por el otro, entre roces y carisias, lentas o arrebatadas, da igual; pues si bien el tacto de tu piel, de tus cabellos, de toda tú entre mis manos o mi propia piel es un deleite, atizarlo con palabras, susurros, lo vuelve todo un placer creciente.

Las noches llegan a ser parcas, esporádicas, tanto como un abrir y cerrar de ojos; pero en tu compañía se prolongaran en segmentos; aunque a futuro se vuelva un entrañable recuerdo en mi cabeza… Al disfrutar de cada detalle se convertirán en una extensa escena, que más allá de cualquier pantalla posible, retendré en ella tú aroma, no el que impregnas cada día para ornarte de aún mayor atracción y placer al olfato —aunque también lo remembraré, pues es parte de ti—, sino del que emana esencial de tu cuerpo, impregnando mi olfato con él en cada beso que dé a tu cuerpo, de pies a cabeza; del sentir de tu presencia, de mi vista que te contemplara como lo mereces, hasta que me pidas cese. Pues en ese momento, mis manos, mis labios, mis ojos… todo yo estaré volcado a tu venia y voluntad; abnegados a tu voz guiadora que musita —o como sea— indicándome que hacer, a donde ir, cuando volver y sobre todo como andar entre tú magistral ser.

¡Marca el paso… y lo seguiré! Un buen vals, danza, o cualquier baile es mejor al compás, de tal modo que dos asemejen uno, que todo movimiento propicie armónico el próximo; hasta dar al esmero y el cansancio su merecida recompensa. Y así, emprenderá, en la orquestal noche —si eso deseas— entre voces, risas y gemidos, la segunda pieza conociendo mejor el ritmo y el paso, sea cual sea: lento o acelerado, suave y sutil o repetido y marcado.

Deseando cada vez, insaciable, conocer un poco más de ti; desde cada una de tus cabellos, tu nuca, contar una a una las vertebras de tu espalda mientras las roso con delicadeza, y así cada centímetro de tu cuerpo… todo el que me permitas reconocer; pero, también aunar en tus pensamientos, tus ideas y secretos, que de tu voz bondadosa compartas conmigo; ocultándolos con mi vida si así lo pides.


Cual felino nocturno, no siempre está en mí la docilidad, tornada a veces en capricho y curiosidad, ansia o arrebato pasional; mas no creas con mis garras de laceraré… Jamás lastimaría las manos que con cariño me acarician.

Así, en estas noches, o no tan noches, con el transcurrir crearemos, mutuos, nuestro propio baile: al ritmo y compás compuesto a la par, extasiante y jubiloso para ambos.



D. Leon. Mayén

lunes, 9 de enero de 2017

Brillo y vida

Brillo y vida


En mi vida, en mi corazón hay un sol brillante, resplandeciente como nada en el universo, infinitamente más valioso que todo el oro; dorado como su procedencia; casi una copia de ésta, aunque sutilmente más precioso. Una vez, es que he visto su radiante destello, embelesante a dodos mis sentidos y sentimientos. Enamorado estoy, desde entonces, de su luz. Está constante en mi pensamiento… aunque ausente a mis ojos. El saber de su existir me llena de amor y regocijo… pese a que quizá ante mí no vuelva.
También, un bellísimo árbol cautivante; éste, subsecuente a mi querido resplandor. De preciosas hojas verdes, de tono tan único e inolvidable para mi recuerdo, fresco y placentero aun con el tiempo. Un encantador color marrón, claro y muy distintivo, lo rememoro con sumo cariño… un amor intenso, hondo, tanto como el que, fulgurante y a la par, crea los más bellos y gloriosos… Lo más digno de observar, contemplar y cuidar; cómo, sé, hace el sol al árbol.
Mi querer es tanto que deseo jamás…; sueño con ello; su brillo destellante, y su frágil y a la vez fuerte corteza y raíz, se extingan, o marchite… así no mire de nuevo lo que desde entonces amo con recelo, y, contrariado, con profundo deseo.
Ver fugaz, esporádica, la luz y las hojas traídas por el viento, respondiendo tal vez a mi anhelo, llegando a mí distantes a su origen… calmarán mi congoja y agónico desenfreno.



D. Leon. Mayén