viernes, 19 de agosto de 2016

Un secreto de la vida y el amor

Un secreto de la vida y el amor


Para amar, amar de verdad, hay que mirar esos detalles, esas sutilezas que resultan en hacernos únicos, diferentes, especiales e irrepetibles; más allá de lo obvio y lo evidente.
No hay dos seres iguales en este mundo, así como dos amores iguales; en realidad, objetivamente, ni siquiera dos personas que se amen lo hacen igual, del mismo modo, la misma intensidad.
El amor de verdad es ver lo que nadie o pocos ven, y apreciarlo, defenderlo y, quizá, venerarlo.
Amor verdadero bien puede ser amar incondicionalmente, y requiere cierta madures y una apreciación más allá de los sentidos, de la lógica convencional y prejuiciosa; graciosa y curiosamente, es algo así como estar fuera de los sentidos, incluso, de algún modo, de la cordura, pero sin perderse del todo.
La vida es meramente detalles, grandes y obvios, pequeños e inadvertidos pero, todos ellos parte del todo, y por ello bellos y vitales; de igual modo el amor. Y la vida que armoniza con este.


D. Leon. Mayén

Un secreto de la vida y el amor - CC by-nc-nd 4.0 - D. Leon. Mayén

lunes, 8 de agosto de 2016

La esencia del miedo

La esencia del miedo


—¿Sabes que es el miedo? ¿A qué temo? Claramente lo he tenido, y no sólo eso, lo he «vivido»: le he visto a la cara, directo en sus fulminantes ojos rutilantes… dejando que me devorara, engulléndome a trabes de sus inclementes fauces —El viento golpeaba con fuerza la ventana de la pequeña cabaña, roída y descuidada; en un día otoñal y gris, frío—. ¡Sabes!, lo curioso del miedo es que si piensas huir de él, inmediatamente, aunque quizá inadvertido, se aproxima más, anhelando devorarte con su insaciable voracidad.
Suspiros desesperanzados acompasaban el golpeteo del viento, mientras el caris en el exterior, ausente del brillo del sol, comenzaba a obscurecer, gelideser… lentamente, como el alma que abandona el cuerpo agónico de un ser moribundo.
—El miedo —divagó: voz ronca, cansada, a momentos (enmascarando la edad que realmente debería denotar); penetrante en compañía de ciertas palabras—. ¿Miedo a que?, a lo que vendrá, a lo que será, o a lo que no es. Como sea; ninguna es real. ¿Y que es real al fin y al cavo? El miedo no lo es… pero lo es; si no, no se experimentaría. Confabulaciones de memorias, pensamientos, imaginaciones y más miedos, ¿eso es tu miedo? ¿De ahí viene?
La silla crujió, al igual que el suelo al ser presionado.
—El miedo no es nada en comparación a lo que viene después de que te tiene en su vientre y te escupe, para devorarte de nuevo cuando se le antoje volver a repetir; algunos pocos es que saben salir de sus entrañas, no sin rasguños, pero sí antes de que les escupan. ¡Seguro no sabes de lo que hablo! —La silla volvió a crujir—. Cuando se larga el miedo, saciado con lo que una vez te perteneció, y dejando nada más que inmundicia… entonces, es cuando llega la realidad a consumirte, carroñera, hasta el tuétano. Dejando en tus restos, los despojos, pena, dolor profundo, y que se arraigan cual escoria, extendiéndose como gangrena, sin nada que poder hacer más que sentirlo en carne viva, pues la soledad hace tanto que se planto; el alma se compunge hasta quebrarse en pedazos, siendo la sensación más horrible que puede haber —chasqueos; una llama enana; humo, y más humo a bocanadas—; y todo esto es, sucede, cuando lo irreal, lo imaginado y a la vez intenso en la mente y el alma se vuelve realidad; siendo algo que destruye, carcome sin piedad alguna desde el interior, estrujando hasta desgarrar la nobleza que hubiera en ese lugar que ahora ocupa; un proceso largo… durante meses, años o décadas… Siempre terminando igual.
—M-m-m. M-m-m —Gemidos alterados.
 —A eso deberías temer, a que el miedo se vaya y deje ante tus sentidos lo que tanto temías… Si eres dotado con lo necesario, hábil, o quizá un pobre diablo con suerte, te salvaras. Aunque no ahora. No comprendes de que hablo… para ello alguien debería haberse marchado de tu lado, lejos, tan lejos que jamás volverá… sin importar cuánto perdón pidas, cuanto te arrepientas, cuanto sufras… jamás volverá —Una de las maderas viejas y polvorientas del piso se humedeció insignificantemente—. Jamás.
La obscuridad era total, creándose un abismo en la tierra ­—al irse el sol, mirando hacia otro lado—, sin fin, sin más brillo que un destello débil al interior de la cabaña, intermitente, anaranjado.
Un destello fulminante, un estruendo ensordecedor; se interrumpió la paz y quietud del campo, acallando a las criaturas bulliciosas en él.

Un destello fulminante, un estruendo ensordecedor; y tras pocos segundos la paz y la quietud del campo volvieron a imperar, sin nada más que se les opusiera.


D. Leon. Mayén

La esencia del miedo - CC by-nc-nd 4.0 - D. Leon. Mayén

viernes, 5 de agosto de 2016

Reseña: Infancia - Adolescencia - Juventud De: Lev Tolstoi

Reseña: Infancia - Adolescencia - Juventud
De: Lev Tolstoi


Este libro… me pareciera lo he leído durante un largo tiempo, mas no así ahora, ya que, por desgracia su extenso contenido, bello, conmovedor y grato para mi memoria, no permanece en su totalidad en mí, gracias a la vorágine emocional que he vivido el último par de meses.

Es un libro de presentación rustica, a dos columnas y bastante extenso en sus doscientas cuarenta y tres páginas tamaño A5, compuestas por las tres partes de la obra. En principio, decidiéndome por leer este libro al terminar el anterior que leía, y por dejar para después algunos otros que guardo como algo, quizá, más especial; en sus primeras páginas me pareció aburrido, algo mundano, incluso ya avanzado en algunos capítulos me sentí motivado a botarlo —realmente por cierto desagrado que tuve al leer sus líneas, algo personal, no por otro motivo—. Pero, afortunadamente, supe superar dicho desagrado, y continuar leyendo, algo de lo que me siento afortunado. En repetidas ocasiones me llegue a sentir… más que identificado, trajo a mí gratos recuerdos y sensaciones, pérdidas en mi mente, de mi infancia y adolescencia, motivados por situaciones en la historia, del protagonista «Nicolai», que me resultaron en esencia afines a situaciones de mi propia vida. Algo que me maravilla, pues más allá del tiempo, los siglos, el país, contexto histórico, idioma, clase social, etc., quiero creer con convicción, el hombre puede conectar con alguien pese a todo lo antes mencionado, dejando a un lado, claro, prejuicios e idioteces de esa calaña; incluso diría que esta obra, atemporal, me ha devuelto un poco la esperanza de conectarme con alguien, por muy difícil que me resulte. —Y algo que me lleva a escribir una historia que espero pronto terminar y compartir por este medio—.

Ahora sí, hablando del libro, todo comienza, literalmente, al, el protagonista y narrador de la historia, Nicolai —antes debo mencionar que se trata de una «autobiografía de ficción», que a mi ver poco tiene que ver con la vida de Tolstoi, pero a la vez la refleja muy bien, sobre todo en la visión de sus allegados y familia ¡Cuando menos eso me parece!—; narrar brevemente su infancia, hablando de sus hermanos, padres y criados, por quienes más tarde asevera sentir particular gratitud y afecto. La parte de infancia resulta sucinta en comparación a las siguientes. Lo que recuerdo más trascendental de esta sección es la despedida de Karl Ivanovich, el primer preceptor de la familia —cuando menos de los barones en ella. ¡Menudos tiempos!—; siendo sustituido por Saint-Jérme, quien le preparara y acompañara hasta llegado su ingreso a la universidad.

En adolescencia, cuenta Nicolai, en principio, su viaje de regreso a Moscú, a casa de su abuela, tras la penosa muerte de…; viaje hecho en compañía, esta vez, también de su hermana Liuba, y Katia —­algo que no termina de agradarme es que de Liuba se habla poco, más que para referirla ocasionalmente que tiene pies de ganso—; en este punto de la historia ya me encontraba más que enganchado, preso de lo que ocurriría y el destino de los personajes.

En Juventud, Nicolai, relata su amistad con su amigo Dimitri, al cual, cerca del final de la parte anterior de la  obra, conociera gracias a su hermano Volodia, siendo Dimitri mayor que él, y desarrollando una buena amistad pese su diferencia de edad. También cuenta su ingreso a la universidad, fugazmente. Abarcando mayormente, el trato y relaciones que tiene con allegados y familia, y sus puntos de vista sobre la vida a esa edad. También está el inesperado casamiento de su padre con una dama, su vecina inmediata: —a unos nueve kilómetros—, perteneciente a una familia con la que anteriormente se encontraban enemistados por unos terrenos en disputa; unión que desagrado tanto a Nicolai como a Volodia, y lo opuesto en Liuba.

En las líneas de esta historia, repetidas veces se habla de la muerte de seres queridos para Nicolai y su familia, algunos más para él sobre todo; personajes que llegue a apreciar por lo que se describía de ellos, y todos ellos expirando bajo circunstancias naturales; y entristecedoras también. De todos los personajes, creo que mi predilecto resulta ser Nicolai, apenas y por sobre algunos otros, siendo que sus vivencia y modo de ver me resultan… no sé con precisión como describirlo, pero no es afinidad —o poca de ella— sino admiración, quizá.

Podrá parecer que se trata de algún melodrama familiar, peor no es así; es una historia desarrollada desde el punto de vista de alguien, en este caso Nicolai; la historia de una vida, que, como todos tenemos una; invariablemente desde el principio de la humanidad; y que parte de otro grandioso rasgo de ella, contar, relatar, ¡crear! lo que se vive, piensa o imagina —o un poco de todo—. Y que, por sobre los medios actuales de comunicación audiovisuales y carentes de intimidad intelectual, logra conectar dos mentes mediante la gloria del lenguaje y la escritura.