lunes, 31 de octubre de 2016

Ojos ominosos

Ojos ominosos


   Aquella noche era tan obscura como todas… pero fue mi última como tal, como todas las previas. Por ello escribo esto esperando preveas.

   Sus ojos son saltones, negros como el aceite, acuosos y brillosos cuando la escasa luz de la penumbra se refracta en ellos; enormes, exorbitantes como sólo aquellos, pero sobre todo abyectos cuando al encontrar su torvo mirar salen agitadamente de sus cuencas voluminosamente cóncavas, para reiteradamente regresar más adentro de donde estaban, y así repetitivamente sin cesar, sin parar, sin evidente descanso; hasta que no los ves más… y no por su ausencia… Siempre están mirándote. Este ser ominoso, sombrío, de apariencia macabra o quizá funesta: bajito sin llegar siquiera al metro; y que sospecho deforma según le convenga; de piel opaca, casi, pero no negruzca, áspera al tacto, cual lija, mas no a la vista, y tonalidad variante según el sitio en que se acobija; escuálido, demacrado de figura, pero hábil como ninguna criatura; su cabeza… pareciera ser enorme, pero ahora reflexionó es una mera ilusión propicia de su aspecto escueto de carne y resaltado en sus ojos prominentes, así como por su cabeza; su boca apenas diminuta y de escasos centímetros cuenta con minúsculos dientecillos horizontales, afilados cual punzantes agujas por quebrados pero, a la vez, sin forma de serlos y escasamente visibles. No hay nariz aparente en su aciago rostro, ¡en este infausto ser infame!
   Por la noche, en la negrura de un rincón oscuro, o de igual modo en el día en sitios símiles, de tu hogar, él está ahí. ¡Maldito enano mirón, voyerista infeliz! Te observa sin que lo adviertas, sin que siquiera lo imagines o presientas, ¡que si lo sabré, maldita sea! Está bajo la mesa mientras haces lo que sea que hagas; él te mira expectante a tus movimientos, en posiciones contorsionadas y que quizá te resultarían incomodas, mas no a él; está cómodo mientras nos mire; pero no te angusties, pues si por error algún objeto tiras o simplemente hechas un vistazo, ya se habrá escabullido de tu encuentro… de tus ojos que sin ser consientes temen verlo; para entonces, cuando retomes tus actividades, él ya estará en otro sitio sombrío, oculto, acechante de ti, contemplándote en un rincón, por entre una rendija, una fisura en algún mueble, quizá debajo de algún otro mueble semi-hueco con el suficiente espacio para alojarse y mirar… como tanto disfruta.
   Estoy seguro que esos ruidos sin aparente motivo, sin aparente origen o causa, son por qué él ha pasado por ahí, ha puesto sus palmados pies y huesudas manos, garras, en esos muebles que ante él crujen por su presencia —porque sólo para eso ocupa sus extremidades, para desplazarse y poder mirar desde todos los ángulos posibles—; cuando la tapa del inodoro cae en medio de la noche, seguro es él, ¡desgraciado meón! Los perros, por la noche, le ladran sabiendo acecha en moradas aledañas —o quizá por qué le perciben— saciando su ruin necesidad natural e insaciable en él. Objetos cambiados de lugar o perdidos, los mueve él para con ese propósito mirar que haremos, como reaccionamos, y gozar con la escena. ¡Seguro!
   Hagas lo que hagas, estés donde estés, ten por seguro está contigo en la misma habitación, tal vez en otra sí es que desde allí puede contemplarte. Lavándote la boca, las manos, duchándote, está de pie detrás de ti, asomando por el marco de la puerta; ¡mejor ciérrala! Mirando T.V. o jugando videojuegos, mirando eso que tanto disfrutas o sólo matando el tiempo, está contigo, y no mirándolo, mirándote fijamente con sus inmensos ojos aceitosos, oscuros como las sombras donde se resguárdese. Cuanto más concentrado te estés en algo, más atento en ti él está, más cerca, pues no prestas atención; probablemente a centímetros de ti, y no lo sabrás; no hiede como aparentaría si lo vez, no exhala pues nariz no tiene… no expresa pues sólo mira y mira… a nosotros y nada más. Mirando el móvil, oyendo música, leyendo un libro en la gozosa complacencia de tu hogar, ya sea tu cómoda habitación, sentado o en la cama… o como sea y donde sea; pero sobre todo, mientras ese objeto entre tus manos te crea un inevitable ángulo muerto al frente de ti, bien podría estar detrás de dicho objeto; a los pies de la cama o a un costado, sobre algún mueble, ¿por qué no?
Ojos ominosos
   Bajo la cama, en el closet entre abierto o a través de las rendijas de éste, en cualquier penumbroso lugar, o donde quiera que pueda escapar de tu vista periférica, ¿estará ahora ahí, mirándote leer esto? ¿Piensas, se te ocurre algún lugar donde podría estar vigilándote ahora mismo? ¡NO VOLTEES, NO MIRES, NO LO BUSQUES!, pues no lo hallaras donde quiera que observes; se escabulle como ningún ser en este mundo, ¡el muy bastardo! Si acaso lo verás fugazmente, en menos de un instante, cuando tus ojos digan a tu cerebro creer haber visto algo por un borde de éstos, una sombra transitoria como el moverse de una silueta difusa, que inevitable guía tu mirada en busca de eso sin forma, sin designio; o algún ruido inusual; pero no será nada naturalmente. Él es tan hábil, tan sagaz que jamás en espejos o fotos aparecerá. ¡Una mente macabra, sagaz, lóbrega y siniestra se aboveda tras sus brillosos ojos… inmensos!
Ojos ominosos
   A punto de dormir, sintiendo el movimiento involuntario de tus extremidades, ¿será él, y tu cuerpo alarmarse instintivo por su sutil presencia? Cuándo dormido tu cuerpo no responde al llamado de la conciencia que a gritos clama ayuda para despertar, mientras como un tormentoso sueño que se torna una ansiolítica y abrumadora pesadilla desgastante, mientras en tu mente te miras a ti mismo desde otro plano luchado por mover el más liviano de tus músculos, ¿podría ser él, tan cerca de ti que tu ser te protege de no avivar y mirarlo; todo en medio de una profunda lucha inconsciente para no verle… no saber de su existir?
   Seguro te preguntas que pasaría si le vez; cómo es que sé tanto de él si es imposible mirarlo… ¡Maldita mi suerte por saberlo! Te lo diré, esperando, deseando no corras el mismo destino: Aquella noche era cualquier otra noche, quizá como ésta. Yo, terminando de perder el tiempo en la computadora, fui a seguir un rato con el celular. Pasaron los minutos que en realidad eran de a poco horas, y el sueño me era inconciliable, mi cabeza estaba más activa incluso que en el día, pensando y pensando en bobadas y cosas importantes. Contemplaba una y otra vez cada rincón en mi habitación; todos y cada uno de los objetos que en él había, y que tanto apreciaba; miraba el suelo, el techo… todo en él.  La tormenta había comenzado hacia un par de horas, lluvia, truenos y rayos incesantes fustigaban el entorno próximo; con tal estruendo e ira que parecía el mismísimo cielo buscaba reclamar el alma de alguien con ansia. La corriente eléctrica se cortó mientras veía T.V. buscando el anhelado cansancio. Por lo cual, ¡estúpidamente!, acudí al cajón próximo a mi cama, para sacar de él una barra de luz quimioluminiscente —de esas que venden en algunas tiendas de autoservicio en el departamento de acampar—, la saque de su envoltorio, la tomé pero, cayó al suelo y se rodó… la busqué a tientas, pero no aparecía. Asomé bajo la cama esperando hallarla, ayudado por la escasa luz proveniente del exterior, y lo logré. La así, la flexione hasta que tronó quebrándose el cristal, y la sacudí con intensidad; en cuestión de segundos ambas sustancias se mezclaron y la barra iluminó, en un espectro lumínico azulado, y ahí estaba él, frente a mí, a centímetros, mirándome estar aterrado, sacando y metiendo esos repulsivos ojotes negros sin cesar y cada vez más rápido. Mi, en ese momento,  frágil corazón bombeaba a todo lo que daba sin parar, martilleándome en el pecho, zumbándome los oídos, sentía que desvanecía del shock de ver a tan grotesca, hórrida criatura. Sin fin a mi desgracia, y siendo este el comienzo de ella, dos fulgurosos relámpagos, de rayos cercanos, iluminaron mi habitación al tiempo que la ventana se cimbraba de temor, uno inmediato al otro, como si alguien, o algo, quisiera que siguiera mirándolo, y así fue; luchando en mi abatimiento, con el corazón pinchándome con el ardor de un hierro punzante y al rojo vivo atravesándome hasta el mero centro, en mi horror purgatorio, meciéndome entre este plano y el etéreo que da fantasía a la muerte, me esforcé desesperado por clamar la ayuda de alguien, quien fuera… pero nadie acudió, pues simples y lábiles esfuerzos por completar siquiera una nimia silaba los lograba lánguidos. Me tiré al piso esforzándome por alejarme de aquel ser macabro —pues las piernas me fallaban provocándome traspiés constantes al intentar ponerlas en función—, que mientras lo hacía —aún con la luz en la mano para guiar mi pronto avance—, noté me seguía, a pasos lentos y sin parar de hacer eso que hace con sus viles ojos; yo me arrastraba, braceando con premura pugnada, esperando ganar una carrera que parecía eterna e in-ganable entre ese ser y mi extenuada bomba de vida, que cada vez intensificaba su labor, llevándonos sin saberlo a un fatídico final en el que, seguramente, lo último que vería serian esos ojos ingentes, voluminosos, retrayentes y salientes.
   Apenas y pude abrir la puerta él me pasó por encima. A los pocos minutos me encontraron en el pasillo — llamados por el alboroto de objetos caer— inconsciente y a nada de morir. Dicen que por fortuna me lograron reanimar en urgencias, —estando a calles del hospital—.

   Los meses han pasado; entre despiadadas noches en vela temiendo vuelva, sin apagar las luces e ingeniándomelas para que cada rincón de mi habitación esté iluminado; y días vigilantes buscando con miedo su presencia en los rincones penumbrosos creados por el sol… En aquel lugar. Temo a la oscuridad como ni siquiera lo hace un infante. La llegada de la noche me aterra tanto que mi ansiedad se desborda cuando miro el reloj o la luz diurna marchitándose, abandonándome; antes de los ansiolíticos me comía las uñas con frenesí, me rascaba los brazos o cualquier parte del cuerpo buscando desahogar esa ansiedad anticipatoria. Las pesadillas… las pesadillas son… Eran tan intensas y vividas como si reviviese ese momento una y otra vez, y no sólo viéndolo a él, sintiendo todo lo que sentí aquella noche, mi última en libertad; una libertad de la cual, ahora en gran parte, carezco enjaulado por mí mismo… a causa de él.
   Las pastillas me permiten descansar apenas y unas horas, pues entre pesadillas y mi paranoia, incrédula aquí para pocos, no concilio el sueño como debiera. Cuando los parpados me pesan de cansancio y el cerebro se me comienza a apagar en automático, vuelvo a estar alerta, pues sé es cuando aparecerá, y vendrá a contemplar lo que aquella tormentosa noche provocó, creó... dejó de mí; como cualquier otra noche, como ésta.
   He escrito esto, también en parte —y durante largo tiempo—, con la permisión de uno de mis “rehabilitadores”, pues cree me será de ayuda realizarlo, dice me servirá para aclarar mi mente y progresar. Uno de mis amigos aquí, un enfermero del cual omitiré su nombre, me ha prometido entregar esto a un conocido suyo, fuera de estos muros.
   Apenas hablo de él, «Ocuigens», como le he bautizado —por recomendación para mi “pronta recuperación”; y gracias a mis tiempos de recreación entre bicolores lienzos instructivos—, con mis compañeros, me sacan de la sala; en cuanto me alteraba reviviendo aquel momento me drogaban para que durmiera. Ocasionalmente me esmero por causar problemas y con ello me encierren en solitario… En esa habitación acolchada en sus seis caras, pues me es más fácil cuidarme de él ahí, sabiendo no podrá entrar, o mirarme, ya que pernocto en el muro de la puerta colocando un pie en ella previendo quiera entrar. Mis cuidadores, de claro vestir, son gentiles conmigo y a petición mía no apagan nunca la luz cuando en esa segura habitación me encuentro resguardándome de su presencia. Lo mismo deberías hacer, pues él, avieso, está ahí y te mira, te observa con avidez… aunque tú no lo sepas o lo presientas... lo creas o imagines. Si tus ojos han leído esto… asume en cualquier momento que él te está observando; pero no lo pienses demasiado, porque bien podrías terminar… Bueno, espero te hagas una idea de cómo.

   Al igual que tantos me creerás un loco más y, llegado a este punto, seguramente sobran motivos; pero si lo haces es mejor que raciocines el por qué de dicha conclusión sobre mí. Si me crees un orate por un temor inconsciente a que yo tenga razón, diga la verdad —siendo “mi locura” precedida por un brutal golpe de realidad—, y jactándote creyendo que por el simple hecho de creer que algo —con la mente limitada— es inverosímil o escasamente probable, esto resulta de inmediato y por conclusión en algo falso; no lo hagas. Creerlo así no lo hace improbable, sino más bien lo vuelve algo oculto, desapercibido en primera instancia, como tantas cosas en este mundo, hasta probarse lo contrario; ya que carecer de pruebas sobre su existencia no lo hace falso; pero… ¿carecer de pruebas positivas, no lo hace meramente desconocido o más cierto?, sabiendo la peculiar naturaleza de él, sobre todo. Guiarse por la ancestral y arraigada arrogancia de darlo todo por hecho resulta innatural, no para nosotros, sino para el modo en que está constituido el Universo mismo. Sólo podemos ver una fracción de lo que el mundo, la vida es, una parte tan nimia que visto con buenos ojos termina siendo nada… Y en el todo que no percibimos, que apenas e imaginamos, está él con sus ojos saltones, observándonos atento mirar apenas algo insignificante de lo que seguro él sí puede ver; ocultándose seguro en el abrigo de la endeble franja de lo real e irreal, lo creíble y lo improbable para nosotros. Pregúntate con ingenio, con inteligencia tan desmedida de la media popular como te sea posible, al creerme un loco perturbado: ¿Qué tan real es la realidad? ¿A caso no es real lo real, meramente por hechos, conclusiones y todo lo que percibimos como legitimo, y que en conjunto a nuestros sentidos da cabida a la «realidad» sabida y aceptada hasta hoy? ¿Lo que aún no se descubre, se conoce o se ve, existe ahora que es desconocido, que es ignorado por la conciencia?, ¿o existe sólo hasta que lo reconocemos con la percepción, los sentidos y el raciocinio?; ¡y son muy limitados comparativamente, no lo olvides!
   ¡La realidad sólo resulta la mera percepción de ella!; y todo en ella es real, ¿o no? Puesto que… Por ejemplo, las hadas, unicornios, dragones y criaturas fantásticas, míticas, no son reales como tal, ¡pero lo son!, incluso llegan a tener cierta vida, vida que le hemos dado partiendo desde la mente, la imaginación inventiva, y hasta la figura.
   Concluyo que en la peor de mis desdichas, de mis tormentos vividos, si él fuera una mera alucinación producto de mi imaginación averiada, él es real por el simple hecho de presentarse en este plano de lo conocido, ante la conciencia mortal que se me ha concedido, y por muy discrepante que resulte a la de los demás; ¿o es… es que es real sólo para mí por haberlo “visto”; —y/o hasta que se replique—?, pero real de algún modo… ¡Ya no sé si lo sé, o que es lo que sé! Pero, piensa en él, hazlo ahora, piensa que te observa con sus ojos turgentes, vertiginosamente salientes y retrayentes… —y si tentado a voltear, a buscarlo estás, hazlo pero, sabes que ocurrirá—. ¿Qué tan real es? A caso ahora, en tu mente, ¿no es real?



D. Leon. Mayén




miércoles, 19 de octubre de 2016

Amor; esto que carbonizó y no cauterizó

El amor; ya no se si comienzo a cansarme de hablar de él, o sólo de ese, ese pasado y arraigado en mi ser.

Amor; esto que carbonizó y no cauterizó


Que fácil resulta amar lo que los ojos degustan guiados por el instinto primario del cerebro; algo para mi frívolo, mas no esquivo. Que simple “amar” por interés o vanidad; algo que me resulta deleznable. Porque, casi certero, el amor, como todo, es bueno pero también opuesto a eso que tanto se clama y anhela de él, eso bello y puro; todo es así, y no por contraparte sino por sí mismo, pues lo que percibimos son los tonos de algo complejo, amorfo y vasto.
Siempre supe que ella era abismalmente más inteligente que yo, sagaz, brillante, virtuosa como ninguna; entre ser trilingüe y los diversos talentos más que posee, doctos e innatos. ¡Todos ellos de mi admiración; jamás cuna de celos o envidia! También, ya lo he dicho antes, creo, lo que más extraño de ella son nuestras conversaciones, profundas, analíticas, introspectivas y llenas de libertad. ¡De tanto hablamos que poco fue lo que no dijimos!
Que difícil me ha sido superarla —pero jamás olvidarla—, dar siquiera el más nimio movimiento de mi pie adelante. Meses la lloré, días interminables la sufrí, noches la añore… Y ahora, decidiendo seguir adelante me topo con la verdad, o lo que, como toda verdad, asumo como tal, absoluta. Que difícil amar desde el corazón, por muy meloso o simplón que se oiga; que difícil amar desde el pensamiento, desde la mente, la inteligencia, o al menos lo que se llama así.
Ahora, nada complicado me es mirar a una mujer, y tras observar su beldad, cuestionarme disímil planteamientos, abundantes de objetividad sobre ella. Y todo de forma fugaz, ya que, sinceramente… desde ella no me he acercado siquiera a conversar diez minutos con alguna mujer; tal cual antecedente a ella —con algunas excepciones durante—. Claro es que entonces, antes, era mi timidez lo que me lo impedía; mas ahora temo sea un sesgo en mí. Pues quizá busque a una mujer semejante a ella, al menos en sus dotes más atrayentes para mí, todo ello que me cautivo y lo volvería a hacer.
Ser realista, aceptar los hechos sobre uno mismo es crudo, duro e incluso doloroso, pero más, razón de rechazos y marginación. Claramente jamás saldría con una mujer que fume o beba o “consuma”, me es repulsivo el vicio; de no serlo, a saber qué sería de mí. Mujeres vánales, egocéntricas o superfluas, las evito cual vampiro a la cruz. Pero sin embargo, una mujer interesante, apasionada, sincera, noble, impetuosa, valiente, decidida o inclusive sencilla, me resultan atrayentes, hablando de un impulso inconsciente, pero del que soy consciente —algo complicado—. Como lo he dicho antes en alguna entrada, el físico me resulta más algo secundario que dejo en manos del “instinto” y no del prejuicio o el juicio. Pensar en alguna mujer que irremediablemente siendo más “inteligente” que yo —pongo comas, pues la inteligencia me parece relativa y variable dependiendo de cómo se mida: bien un brillante matemático puede resultar un tonto en dotes artísticos; porque además soy fiel creyente de las multi-inteligencias y que todos a nuestro modo resaltamos intelectualmente— me resulte atrayente me cautiva con intrigante sosegó; a diferencia de lo que se pueda creer debido a la costumbre machista de la humanidad; pero eso sí, la arrogancia o superioridad ni a mi padre se la perdono, ja-ja-ja.
Me parece debido a un “lejano incidente”, me llegan a arrobar las mujeres mayores que yo, ya sean cinco o veinte… Pero también chicas de mis andares me apresan incontenibles, ya sean del tipo que sean, serias y calladas, joviales y dichosas, o de look tétrico, labios obscuros, cabellos teñidos; o también la nueva moda de cabelleras ilusorias más coloridas que el arcoíris. Pero ante todo esto, en mi corazón carbonizado, cicatrizante por los amores de mi vida, surge turgente la penumbra del recuerdo, la vida entre las cenizas y me remembra vidas pasadas y placeres arraigados… Haciéndome todo más complicado.
En momentos como ahora lo que más deseo hallar, apeteciendo por serenidad en mi mente velada de dudas y preguntas tormentosas e insufribles hechos invariables, es con quien sostener dichas conversaciones, y que si bien no calmen con ello del todo mi serenidad turbada por este mundo inclemente, sí lo hagan sus besos y carisias, sus cariños y compasión comprensiva de un alma tormentosa como la mía. Que al mirarme vea lo que con esfuerzos irreflexivos oculto de la vista de todos, y llegue a calmar mi ser con uno de los simples roses de nuestras pieles, o el lazo de nuestras manos, pero más aún la calidez de su ser, de su corazón.
Esporádicas veces he oído decir o referir: “Las personas inteligentes son más infelices”.... «Tendientes a la depresión y otros trastornos símiles». A veces quisiera ser un simple imbécil que enamora  a base de guarradas,  poses jactanciosas y fútiles —no así para sus cautas presas—; que las lleva a la cama y es todo lo que pretende; o por mero calentón terminar siendo padre; la vida resulta más simple así. ¡La verdad es que no, no soy tan simplón como para siquiera contemplar mi vida así, sólo bromeo socarrón!
Si bien, aun todavía, a estas alturas, algunas mujeres, buscan a algún príncipe azul, o la fantasía de ello; supongo yo busco algún ángel celestial, una Diosa en un avatar, quizá, o bien un ángel caído que comprenda mi sufrir en este mundo sin aparente paraíso verdadero; señalada ella falsamente por quien irremediable es. Todo, claro está, metafóricamente hablando, por qué, ¿acaso no es eso la vida, una metáfora que creamos bajo el velo de nuestra percepción?
Pero como he dicho, soy realista, y mucho no digo aquí; sé esa mujer es diminutamente probable que “llegue” a mí. No sufro por ello, se quién soy, mi situación irremediable y que esperar por consecuencia; por mucho que me lacere saberlo. La pregunta es: ¿Qué tan adversa o trágica puede resultar una vida solitaria? No lo sé, pero ya lo sabré… Y quizá se los cuente, si puedo, entonces.

¡Porque nada es más complicado, pero bello, que enamorarse de cuerpo, mente y alma de quien se ama!
Y más aun perder ese amor platónico 1

1 Filosóficamente hablando. No de manera popular.


D. Leon. Mayén

lunes, 10 de octubre de 2016

Reseña: María, de Jorge Issacs

Reseña: María
De: Jorge Issacs


Autor: Jorge Isaacs (1837-1895) Poeta, novelista, y participante activo de las luchas civiles que sacudieron Colombia en el siglo XIX. Único autor de esta novela y un libro de poemas.
“MARÍA, considerada una de las más destacadas de la literatura romántica hispanoamericana”. Fragmento de la contraportada.
Páginas: 215 (Formato A5)
Publicación: Bogotá, 1867
Como de costumbre este libro "llego a mi" de forma inesperada, por azar. Al comienzo me costó adaptarme a su estilo poético de describir la Colombia de aquel tiempo, sus paisajes. También comprender los modismos de aquella época y en aquel lugar, aunque bien algunos me fueron más que claros.
Muchas veces estuve a punto de dejarlo, pues me parecía nada trascendente, monótonos los sucesos. Pero, en los capítulos subsecuentes grácilmente me sedujo la trama, los personajes y los acontecimientos —teniendo incluso una pesadilla muy interesante y excitante, por la parte de la casería—; ansiando cada vez más saber que ocurriría con Efraín y María. Los últimos capítulos... bueno, a mi parecer le dan todo el sentido a la historia, a la vez que lo trastornan todo bella y románticamente, pero más que nada con lóbrego. ¡Cien veces lo leería!, siempre con la esperanza de que fuera otro el final.
No me gusta mucho hablar de cuestiones técnicas sobre los libros que leo, pues eso me lo reservo para mi aprendizaje como escritor; a lo que mayor importancia le doy es la trascendencia, lo que deja, cambia y me hace reflexionar sobre lo leído, y si bien me va, la vida misma —como en este caso—. Pero esta ocasión lo que más me ha fascinado de la obra es su concisión al narrar, sin demasiadas bagatelas; pero más aún los diálogos, tan coloquiales, tan… como de alguien como yo, alguien cotidiano que simplemente se expresa y ello quedara plasmado en los diálogos; también llega a ser un poco dificultoso captar, a veces, lo que se dice.
Me parece evidente, no es una lectura para cualquiera, más que nada por qué resulta muy clásica, diría yo, refiriéndome a aquellas épocas. Pero sí, pienso, basta con captar el contexto global de la narración y la historia para disfrutar de ella.
Uno de los dones de la literatura, una de sus magias es crear imagines en nuestras mentes imaginativas… Y en particular, ahora, no puedo apartar de mi mente esa imagen final, al pensar en este título, claro por sobre otras más creadas al mirar sus letras, y también inolvidables como gratas.
Por obras como esta amo con pasión gozosa la literatura clásica, pues eran otros tiempos, era otro mundo, otras costumbres; a la vez que en esencia lo mismo; y creo con fervor al leer éstas, formo una pequeña parte de todo aquello; lo que el tiempo ha transformado, se ha llevado inevitable, y que tristemente hemos trastornado, para bien y mal.



D. Leon. Mayén

sábado, 8 de octubre de 2016

Indescifrable: Código Libro Añejo

Código Libro añejo


¡Llevo días, noches, in-narrables momentos en el sanitario, meditando, pensando en cómo descifrarlo, que mensaje oculta! Esto que ahora relatare me tiene desconcertado e incrédulo a los acontecimientos, los hechos, que si bien me parecen poco probables, no así inverosímiles de acontecer en este mundo sempiterno de posibilidades como de probabilidades.

Algo nimio
Hace más o menos mes y medio, creo —no soy muy bueno con los eventos “intrascendentes”—, me obsequiaron, proveniente de un tianguis, y siendo de segunda mano —o quizá tercera, ja-ja—, el libro «La Guerra de los Mundos» de «H.G. Wells». Titulo que a mis ocho añitos, ja-ja, lo leí sin llegar siquiera a concluir el primer capítulo; ¡entonces no era lo mío leer!; y después desaparecido de entre mis posesiones.
Realmente, siendo sincero, fui a votar el libro a mi librero, no por desprecio, aun con que este despastándose y las hojas estén… como arrugadas —temiendo sean rastros de insectos de los libros—, sino por qué actualmente tengo demasiados libros “en puerta”.

¿El código indescifrable?
Entonces, algunos días después, en medio de tormentosos días en mi existir, buscando distracción alguna, me decidí por tomar este libro, y hojeándolo descubrí esta nota. En primera instancia me pareció un papel más, tal vez a modo de separa libros, mas al observarlo a detalle noté, de un lado un enigma y del otro un mensaje cifrado. Conteniendo lo siguiente —sin comillas—:
“b-11-1/14-3/20-3/10-19-10-1/8d
12-1/17/5-19/15/6ie5-3e9-19-17-17-6e1/15e1/14e20k-14/6ie1e16-17-6/5/1/18-3/10-6e16-19/2-19/17-18/1m18-1e16/19-2/6e20-6/15e14-6e5/19-8eo19-14/3-6/8-6e7k1e18-1/15-2-6qe20-6/15-6/20/3-5-3/1-15/18-6ie8-19/9-3/10-k17-3/19se15/6e20-6-15e10/3-15-1-17-6e3/10-3/6-18/19m
17-3/1-18/1e101e1-8/18-19e20-19/9-17-6/15-20/3-18/6e14-14/6-17-6/15m”

Y al reverso:
“Resuelve esto y podrás resolverlo todo en tu vida.
Si te frustras pregunta a Poe que haría, gorgojo amarillo.”
«Imágenes en la parte inferior»

Leyendo lo anotado al reverso, o al frente, depende como se vea, no lo entendí de inmediato, sino hasta la noche siguiente acostado a eso de las 4:00 am buscando desesperado conciliar el sueño. ¡Y entonces como una revelación Divina!, recordé el cuento de Edgar Allan Poe titulado «El Escarabajo Amarillo». Mismo que leí, me parece, a principios de año o finales del anterior, como sea; consulte la parte en la que trata el método por el cual él protagonista resuelve un mensaje también encriptado; algo que hasta ahora me cuesta entender del todo —¡soy consciente de mis limitantes intelectuales!—.

Laxa investigación
Consultando en internet, como resulta natural en estos tiempos, hallé referencias a códigos hasta ahora indescifrables, que van desde uno elaborado por la CIA, hasta algunos antiquísimos; y de ello a diferentes tipos de cifrados clásicos. He usado algunos métodos, pero ninguno me ha dado resultados positivos o cercanamente útiles, posiblemente lo hice mal, lo desconozco.

Observaciones y deducciones
Me es obvio que es un código y no un montón de cifras ordenadas al azar o a lo idiota, pues tiene coherencia en su composición y clara repetición “ordenada”; creo que carece de patrones, salvo la constante repetición de números; y no tengo certeza alguna de la función de las diagonales y los guiones… Pero son muchos, ja-ja. Letras son pocas, y pienso son meros distractores o caracteres falsos.
Dudo mucho que el libro y el mensaje tengan relación para descifrarlo; elucubro podría tratarse de una nota, una anotación, un borrador de algún código, esperando no esté inconcluso, pero sólo son suposiciones; ya que también, es factible, no haya ninguna relación entre el cifrado y el enigma al reverso. Si tan siquiera me fuera tan fácil poder decodificarlo como me lo es imaginar disímil escenarios de trasfondo, como el modo en que llego a mí desde ser creado, ya lo hubiera resuelto. ¡Sera que mi materia gris es creativa o inventiva, mas no matemática o… lo que se necesite para esto!
Ahora bien, el libro fue reimpreso, en México, en octubre de 1999; esto me indica que el código sólo pudo ser colocado entre sus páginas no antes de esa fecha; porque bien pudo ser escrito con anterioridad a esa fecha, pero lo dudo, no luce muy viejo el lienzo. Me parece importante notar que el libro es “mexicano” puesto que muchos procedentes de España o Argentina, mayormente, llegan a la reventa aquí, o venta; sobre todo los viejos. Pero, volviendo al mal de mis placeres, bien podría tratarse de una transferencia casual de un libro extranjero a éste —¡Sí es que la imaginación no me para, joder!; igual y eso me impide resolverlo, ja-ja—.

¡Invitación!
Sé que no es gran cosa, o que aguarde una recompensa monetaria por resolverlo, pero la idea, el ansia, la motivación de saber que oculta este misterioso mensaje, y más que nada la gratificación de haberlo logrado, esa sensación quizá un tanto infantil, pero sumamente gratificante, pues se ha tenido éxito donde otros no, y más que nada por sobre sí mismo.
Mi desesperación, y frustración al tratar de resolver, éste que llamo el «Código Libro Añejo», me lleva a publicar esta entrada y hacerlo público, pues por sobre poder descifrar el mensaje por mis medios, deseo saber que contiene —tampoco es que me obsesione, cuando menos ya no tanto, ja-ja—. Por tanto, si alguien quiere colaborar o difundirlo para desenmascarar el misterio —igual y lo termina descubriendo el mismo autor, ¡algo que sería fantástico!, también—; resolverlo y compartir el mensaje seria genial. ¡Igual y espera un tesoro de aquellos tiempos post Revolución, ja-ja-ja!
Conforme avance la resolución, ya sea propia, o bien en conjunto con la comunidad —algo que espero así sea—, actualizare la entrada cuantas veces haga falta.