viernes, 5 de febrero de 2021

Devenir a fenecer

Escrito el 26-03-19

Devenir a fenecer

 

Entre la vida y la muerte, se opta por la vida al implicar certeza, y se rechaza la muerte por incierta. (Bajo ciertas circunstancias, claro está).

¿La vida, a caso, es en verdad indudable en su naturaleza y sentido: prevalecer a toda costa, perpetuar el ciclo de reproducción, etcétera? ¿Más incluso al vivir y haberla vivido?

Creemos que la vida es algo certero por conocida y experimentada. La muerte, por otro lado, la “vemos” y sentimos con exuberante pavura, como algo incierto por ajena e ignorada en su gran totalidad; aunando, desde luego, a sus efectos y repercusiones sobre su contraparte (fenecimiento sobre subsistencia).

Pero... ¿no es la Vida, en su mayoría, lo más incierto que conocemos? ¿Y no es la muerte lo único certero y seguro para todo ser viviente; lo único irrefrenable y absoluto en nuestras vidas… en la Existencia misma?

Es innegable que nacemos con el claro y certero fin de morir; y vivimos sólo hasta fallecer (existiendo de forma conocida). Nos guste o no. Esto puede parecer muy obvio, y claro que lo es, pero, sin embargo, comprenderlo, asimilarlo como algo inmutable… Aceptarlo del todo y como parte del Todo resulta encontrarse en el piélago, a veces solo y a la deriva, a veces tranquilizador y aclarador para la mente y el alma, hasta llegar el final y ahogarse en la avasallante y macabra realidad.

Existir para morir es tan absoluto e irrefragable como que la muerte de algunos permite la vida de algunos otros.

 

“—¡Cálmate, Elidor! —Le pedía al tomarlo de los brazos—. No temas a la muerte… Lo que temes es la idea que tienes sobre morir, en conjunto con tu instinto de supervivencia. ¿Dime, acaso has muerto alguna vez?

—No. ¿Creo que no?

—¿Por qué temes a algo que no has experimentado? ¿Sólo por el hecho de aseverar que termina todo?  ¡Qué ese acto se evidencie como absoluto no quiere decir que sea conclusivo! (…)

 

—El mundo no es como creemos, o como deseamos creer… ni siquiera como lo pensamos (…)”

Fragmento de Andromalia: El hijo de la Reina.

 

La muerte es un enigma sempiterno así como la vida es un martirio…, un suplicio insolente.

El único que teme morir es quien respira; a lo que teme el exánime es… quizá… al olvido (la muerte en la muerte).

Los amados, por quienes entregamos y sufrimos, por quienes gozamos y lloramos, mueren con nosotros y no para nosotros; pues la muerte absoluta está en el olvido perpetuo, cuando se desvanecen con nosotros memorias y sentimientos. Entonces… mueren con nosotros.

 

 

D. Leo Mayén