Reseña: Lenochka
De: Alexandr I. Kuprin
Esta
reseña de nuevo trata sobre el libro, que aún no termino, titulado: «Los más
bellos cuentos rusos». En este libro he encontrado cuentos que me han fascinado,
sobre todo el que reseñe la vez pasada, y todos ellos con algo en común, y como
lo dice el título del libro, bellos, en toda la extensión de la palabra.
El
Coronel Vosnitzin viaja de San Petersburgo a Crimea, deteniéndose en Moscú, donde
vivió su infancia y juventud. El deseo de volver a los sitios que le vieron crecer,
surgía de su pensamiento hacia la muerta, algo ya no frívolo como antes, sino
como algo temeroso. El general visita algunos sitios como su antiguo colegio,
la escuela de cadetes, entre algunos. Más tarde, se embarca en, lo que me
parece, un ferri o algo por el estilo; viajando en primera, y siendo él y una
mujer acompañada de su hija los únicos en primera, el viaje le fue placentero;
llegando a dormir tan profundo como no hacía en meses o años.
Al
desayunar, la mujer a la que me réferi antes, se hizo presente; al mirarse a
Vosnitzin le pareció que había algo familiar en ella, cosa que desapareció pronto
en él. Aumentando el calor, el coronel subió a cubierta, seguido por la mujer,
donde se dedico largo rato a dar vuelta tras vuelta; en una de ellas, al mirar
de nuevo a la mujer retornó esa sensación de conocerle, pero siguió dando
vueltas, cada vez más se acrecentaba esa sensación, pero no conseguía recordarla
de nada. Y de improviso, al pasar de nuevo cerca de ella, le saludo y entablo conversación
con ella. Conversando la mujer le confiesa ser víctima de semejante sentir;
ella le dice su apellido: Lvova «apellido de su esposo», con la esperanza de
que le fuera familiar, pero no fue así. Él, al revelarle el suyo, de inmediato
la mujer se lleno de júbilo; y tras darle ella ciertas pistas sobre su
identidad, Vosnitzin atino a reconocerla, de su infancia como Lenochka.
Siendo
esta la que me parece la parte más trascendental y bella de la historia, resumiré
los hechos. Conversando ambos y recordando su infancia —algo que, de cierto
modo me cautivo llegando a verlo con casi total claridad—, resonando en él el
amor no correspondido que recibió de parte de ella, algo que, ahora Lenochka veía
como algo más y simpático, quizá, pienso yo, por la lejanía de los años con
respecto a aquellos sucesos. Varias páginas relatan lo que vivieron juntos en
su infancia, y en compañía de un amigo mutuo Arcadio —poco mencionado—.
Más
tarde le presenta a su hija, recordándole a Vosnitzin a su madre en aquellos
tiempos pueriles. El final de la historia me parece sumamente conmovedor;
evidentemente no hablare de el por obvias razones.
D. Leon. Maýen
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