Recuerdo y olvido
Hace cerca de un año que escribí «¿Qué si te amo?».
Durante un tiempo considerable me olvidé por completo del hecho de haberlo
hecho, más aún del porque —Lo que me llevó a escribir esto, (en principio como
una introducción)—. Releyéndolo, inevitablemente encallaron en mí consiente,
recuerdos… bellos y maravillosos recuerdos, provocando que la aflicción se
desbordara de mis ojos; evocando, lo que en su tiempo fueron buenos momentos… melancólicos
ahora.
No sé que es más doloroso, recordarla u olvidarla. Revivirla
a fragmentos en mi mente, los momentos juntos, el pasado… por mucho que duela; o
pretender dejarla a un lado, lo que fuimos, lo que fue, lo que fui y lo que me guió
a quien orgullosamente soy, y, cargando consigo todo lo que implica, aparentemente
volviendo de forma fatídica e inevitable desde las sombras.
Una buena vertiente del recuerdo es el olvido: en
esta, no se puede recordar sin antes haber olvidado. Retornando a la mente lo
que no estaba, hasta ese momento, de manera inmediatamente consciente; y así,
formando “un pensamiento del pasado”: evocando emociones, sentimientos, sensaciones,
aromas, ideas, etc.
¡Olvido! algo inevitable en nosotros e indeseable a la
vez. Damos vida a fotografías, audios, vídeos, escritos u objetos plasmando e
impregnado en ellos lo que somos, para después revivirlos en nuestra “caja de
recuerdos”, particular y privada, al percibirles de nuevo o por otros —por
algún otro motivo resultan simples venalidades, vanidades o narcisismo
desmedido—; alguna vez fue nuestro presente y, en instantes, convertido de
manea eterna en el pasado, difuminándose mayormente en el olvido.
Podemos despreciar o atesorar esas memorias, sean
estas buenas o malas, en ese momento en el que ya será nuestro presente; generalmente
malas por lo que nos traen al ahora o por que se han “distanciado” de nosotros.
¡De nuevo cómo
la extraño!
D. Leon. Mayén
Recuerdo y olvido -
CC by-nc-nd 4.0 -
D. Leon. Mayén
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