sábado, 26 de noviembre de 2016

Ven por mí

Ven por mí


¡Oh, Nublina, ven… ven y sálvame!

Apártala de mí, has que se oculte su presencia: su memoria, su “espectral” tacto, sus palabras grabadas a fuego, sus… Ahuyenta todo con besos, carisias y bellas y cálidas palabras, que de ti mi ser reconfortaran seguramente, consiguiendo así la paz que con desesperanza anhelo.

No me ves… y yo no te siento. No te espero con optimismo, pues ella está profunda en mí: el dolor que me causa su ausencia me llega a desgarrar… pero, quizá, más lo hace la tuya, la carencia de saber que por ahí estás, entre sombras o en la niebla del día a día; entre noches solitarias y frías, que posiblemente tu como yo compartamos en sentir, más que en hecho: ya que mayor es el sentir emocional, espiritual, de la soledad, del ansia natural de cariño o mero sentido que a alguien le importamos, que nos quieren, que el clima más gélido. En compañía, el frío solo es algo más a resolver; en soledad, un tormento avasallador entre tiritantes tinieblas envueltas en deseos, tristes sueños  o recuerdos. Y si bien sé la soledad es perpetua en nosotros, por infinitas causas, espero, tú, querida mía, la aminores, compartiendo lo que nos asfixia, eso que de a poco nos desgasta sin poder parar, ya que hay cosas que solos… no podemos, no conseguimos por más que luchemos.

A veces creo, olvidarla sería como no pensar en ti, o pretenderte respirar sin inhalar: acciones vitales y armónicas para subsistir. Y es que tampoco pido abras en canal mi pecho para con tus dotes cures mi corazón, juntes los pedazos añicos que queden ahí, no, eso sería… pedirte más que todo; ni yo sé bien cuan herido me encuentro, cuantas lágrimas sangrantes me han quemado por dentro, cauterizando y ardiéndome en la llaga, una y otras vez, donde antes un esplendoroso amor habitaba, donde mi vida compendia, todo surgía: el deseo, la esperanza, la alegría, la motivación y, en parte, la valiosa inspiración. Lo que quisiera de ti tampoco me es muy claro; salvo por, quizá, algo de querer, algo que me reconforte en este sufrir llamado vida, una esperanza que pese a todo y todos haga que aminore lo que solo no consigo acallar, sanar.

No es que requiera de ti para unir y adherir entre sí los fragmentos de un corazón desquebrajado, para después con delicadeza zurzas la abertura en mí… Lo que quisiera es quien me haga sanar por mi cuenta, quien haga posible vuelva naturalmente a mí todo aquello requerido para continuar, y ya carente por la displicencia de momentos inevitables, más allá de toda voluntad o deseo de no sufrir entonces; recuperar esa fuerza que melancólicamente de a poco se sosegó en mí, y recobrar aunque sea fantasiosamente el tiempo ausente y la vitalidad con que viví, sentí tan intensamente.

¡Ven por mi Nublina!, y si después te marchas… lo entenderé. No siempre los mejores amores son infinitos, bien lo sé.



D. Leon. Mayén

No hay comentarios.: