Labios carmesís
Tus labios colorados, vivos o pintados, estos que tanto miro
deseando besarlos, acariciarlos. Anhelo me besen, me acaricien en la privacidad
de noches solitarias; solos tú y yo, apartados del mundo intranquilo que nos
rodea y del que ajenos nos ocultamos.
Bésame, rosa mi piel con ellos; has que me estremezca
desvaneciéndome de este plano terrenal cuando los poses en los míos, y
moviéndolos sin cesar hazme elevar hasta que tema regresar a la realidad, aun
siendo que caiga peligroso y sin parar.
Te pido con fervor, jamás, jamás los apartes de mí, porque,
¿qué sería de mí si eso ocurriera? Amo observarlos, contemplar sus agraciados
trazos, sus incomparables y únicas grietas; tocarlos al roce de mi tacto, de
mis manos que los miman delicados tal cual merecen ser tratados; verlos danzar
creando todas esas palabras que creas con su favor, que emites guiadas por tus
pensamientos y sentimientos, pues tus encarnados labios, para mí, son un
vehículo de tu alma, tu corazón e intelecto… ¡Todo eso que amo de ti! Ten por
seguro mi vida no sería igual sin ellos… sin ti; nutres mi ser anhelante de
paz, una paz que sólo tú me otorgas, en parte con tus rojos labios.
Y es que en realidad
da igual si son o no rojos, negros, morados, “anaranjados” o rosados, o como
sea que estén tintados, o al natural, da igual; tersos o agrietados al tacto; mientras
sean tus labios, lo demás da igual. Manifiesta con ellos que me quieres, me amas,
me deseas tanto como yo a ti; ellos y nosotros, juntos, entrelazados por
arrumacos íntimos y carisias secretas, suyas y nuestras… porque, pareciera,
cuentan con vida propia, ya al amarnos.
D. Leon. Mayén
Fotografía del perfil, en Flickr, de Gabriel S. Delgado C.
(Usada bajo la licencia Creative Commons)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario