domingo, 20 de noviembre de 2016

Bella como siempre - (Una dolorosa carta desesperada)

De los dolores más grandes, tanto cual el abismo más hondo de este mundo, el del alma, quizá, el más intenso e interminable de todos. Espero... no incurable.


Bella como siempre


Mi amada amiga. Ahora como siempre te miro preciosa, mientras descansas serena; la ausencia de mirar tus ojos en este momento no aparta la belleza de tu rostro; el que miro… me esfuerzo por imaginarlo risueño como siempre…, como me gusta verte. Algo que siempre te ha sido fácil, natural, pues tú eres así, siempre imponiéndote a toda adversidad reluciendo el regocijo innato de tu alma, tu noble felicidad, tu jovialidad contagiosa hacia la vida misma, algo de lo que te hace única, única como ningún otro ser en esta tierra. Siempre sonriente a todos, siempre agradecida, siempre esperanzada por el mañana, siempre… tú.

Ahora en el lecho descansan tus cabellos bellos. Ja, ja, ja, ¡como los llamas!, ¿recuerdas? Descansan sin que puedas alborotarlos como tanto te gusta, moverlos de aquí allá, peinarlos de cuantas formas se te ocurran. Te vez tan apacible, tanto que deseo acompañarte y quedarme a tu lado para siempre soñar con lo que sea que se nos ocurra, da igual si el amanecer llega y no respondemos a su llamado, mientras compartamos nuestros infinitos y fantásticos sueños me da igual, y más si jamás me aparto de tu lado. Si con ello te siento junto a mí…

Me imagino tu sonrisa por qué es lo que más extraño ver, apenas está ausente; es lo que resalta en ti deslumbrante, y no por unos sumamente pulcros dientes en ella, sino por qué, por qué… no lo sé más que explicar cómo que emana de ella algo mágico al mostrarla; hay un no sé que en la forma de tu rostro al sonreír, en tus mejillas, en tus labios atildados por tu dentadura, tus ojos, tus brillantes ojos cuando lo haces; y tu risita que golpea con exaltación mi pecho al oírla, complaciendo a todo mi ser al escucharla —por ello siempre me encuentro elucubrando el modo de hacerte reír, con bromas y comentarios perspicaces… o bobadas, lo que sea para que rías, y escuchar ése, el clamor de tu alma jubilosa ser liberado y brindes a la mía un poco de eso, eso que eres tú.

Sí te digo que te amo, ¿me oirás? ¿Hará que despiertes de tu placentero descanso? Siempre has provocado en mí diversos y numerosos cuestionamientos… Ahora más que nunca. Y mis respuestas se pierden en el silencio del todo y la nada, buscando desesperadas llegar hasta una respuesta medianamente clara y que me dé con desesperación algo de paz y calma.

Te vez tan bella, preciosa como siempre, bombón… Mi dulce bombón. Si no durmieras, seguro estarías comiendo unas cuantas de tus golosinas favoritas, ¡pero siempre moderándote para cuidar tu salud como cada día! —Ja, ja—, tu figura juvenil, y deleitándote en las noches de pena esperando se vallan, también, dando libertad a tus lagrimillas inocentes; que un par de veces acobije en mi pecho… en mi hombro, sosegándolas con mi cariño y palabras de aliento. Exactamente lo mismo que necesito ahora hagas por mí; ¡porque solo tú puedes acallar esta aflicción, compunción abrumadora que me consume con desmedida, a punto de desfallecer.

Tomando tú mano la siento fría… como el cariz helado que me envuelve, sin nada que pueda hacer para evadirlo más que acompañarte… a tu lado; pero no lo sé… no creo que sea lo que quieres en este momento, temo injuriarte con ello, ofenderte sin remedio y sin modo de corregirlo después, pues una vez juntos… no habrá separación posible, por mucho que llegaras a no quererlo entonces.

Me despido dándote un beso en tu blanquecina frente, pues sé, con profundo dolor, un beso en tus afables labios, ahora, sirve de poco.

Acaricio mi mejilla con el dorso de tu mano, como hiciste un par de veces, fingiendo de este modo te despides de mí, diciéndome todo estará bien, deseándome como siempre un dichoso porvenir, expresándome tu amor… y un hasta luego… hasta siempre mi amor. Porque siempre he sido tu amor, ¿no?... ¿Aún ahora? ¡Ahora que te he fallado, ahora que…!

…      …      …       …       …       …       …       …       …

Ya no se cuanto tiempo llevo aquí… frente a ti. Sucede justo como cuando hacías que el tiempo se me distorsionara en tu compañía. Sólo que ahora no es entre risas y carisias, como aquellas escasas veces; besando tus labios, casi tan inocentes como los tuyos. Descubriendo juntos lo que queríamos que fuera de nosotros.

¿Y ahora como te pido perdón? ¿Cómo te digo todo eso que no te dije?, lo que me consume sin que pueda detenerlo, tan destructivo que siento como despedaza con brutalidad partes de mí, como me estruja sin compasión provocándome un inmenso dolor en el pecho, hondo, punzante y que no termina. Justo ahora, a punto estoy de desplomarme en el suelo llorando y berreando cual crio; justo así me siento, como un niño perdido en este vasto mundo, desolado por el amor que se aparta de mi vida, que se me arrebato, estirándose como liga al salir de mi pecho y destazándome el alma al alejarse centímetro a centímetro. Por más que traté no pude contener mis lagrimas, éstas que ahora manchan tu vestido; que espero te guste, si es que lo pudieras ver… si tus ojos pudieras abrir.

Este dolor, esta rabia, esta pena, este suplicio avasallante que va más allá de toda palabra que pueda expresarte, seguro me matará, me hará caer en la desesperanza de tu repentina partida, de un adiós sin un adiós, tal vez me llevara a la locura, tal vez a la autodestrucción, no lo sé y no me importa. ¡Por qué lo único que quiero es verte de nuevo, una vez más, mirarte como te recuerdo… que todo esto no sea más que una cruel fantasía, una pesadilla horripilante de esas  que perecen tan reales, tan terribles y turbantes!; y al despertar poder abrazarte, oler el perfume impregnado en ti, y valorarte como no lo hice hasta ahora. ¡Quiero decirte lo importante que eres para mí, pues sin ti…! ¡Quiero que sepas cuanto te quiero! ¡Qué durante estos años, en nuestros esporádicos y, a veces, breves encuentros, llamadas y vídeo-llamadas han sido momentos únicos y especiales en mi vida! ¡Eres alguien única en mi vida, irrepetible, y no solo en mi vida, en este mundo; y eso es lo que más me duele, que alguien bondadoso como tú se vaya, que no vuelva… que terminara algo de lo más bello así! Suspiro y tirito pensando en ti, añorándote aun estando hincado frente a ti.

Sé que al igual que yo el mundo está devastado por tu partida, aunque lo ignora, pues eres de las personas que cambian y mejoran el mundo, lo embellecen con su mera existencia, hacen que valga todo lo demás… sólo por alguien como tú. Siempre preocupada por los demás, siempre generosa y altruista, desinteresada y amigable; sufriendo por quienes se aprovechaban de ti o te lastimaban hipócritas, quienes te marginaban, te despreciaban por no ser sucios, impíos como ellos, haciendo que  derramaras tus lagrimas sobre la almohada.

¿Qué es lo que hice para merecer el haberte conocido?, y más como fue, repentinamente sin esperarlo o buscarlo. ¡Cuando alguien como yo sufre por alguien como tú, debería poder haber un cambio de papeles, poder corregir lo incorrecto! ¡Si alguna vez te prometí daría mi vida por ti, como lo haría, mi amada amiga, perdóname porque te he fallado, te he mentido y quizá defraudado!

¡Qué Dios permite esto!; reclamo con obsesión; cuestiono buscando estúpida avenencia. ¡Por qué mandar a un ángel a este mundo para dejar que se marche así! ¿Por qué?, ¿para qué? ¡Si, ese algo, pretendía enseñarme algo o castigarme debió ensañarse con mí ser, de cualquier maldita forma! Todo haría, daría, con tal de que sigas aquí, aún si no me vieras más. O posiblemente cruzo nuestros caminos para que te cuidara y tu a mí… y le falle, te falle… les falle… ¡Les falle!

Todo se ha ido contigo; lo bueno en mi vida se va contigo…; quedando nubarrones obscuros y tinieblas sin fin. No habrán más llamadas en mi cumpleaños, no más felicitaciones en mis éxitos, no mas regalos navideños, no más dulces y adorables sorpresas…. ¡No más tu voz, no más tu rostro, no más… tus ojos, no más esos largos y ceñidos abrazos apretujados cada que nos reencontrábamos o nos despedíamos, y esos besos robados que me dabas también al despedirte, sonrojándote,  y volteando a mirarme sacudiendo tu manita al irte… No más. ¿Por qué vivir sin esto,  sin esto que ahora es lo más preciado para mí? ¿Por qué vivir sin ti, sin ti en este mundo, en mi vida? ¿POR QUÉ? ¿POR QUÉ? ¡POR QUÉ!

Nuestro último adiós… fue el definitivo. Como saberlo… de saberlo no te hubiera dejado partir, aún si me odiaras por ello; pero estarías aquí, seguramente enfadada pero… aún conmigo.

¿Ahora quien será mi confidente? ¿Quién resguardara a capa y espada mis íntimos pensamientos y secretos? ¿Quién me alentara en la adversidad de la incertidumbre? ¿Quién acallara mis miedos? ¿Quién… quién, quién, quién, quién… quién? ¿Quién me querrá como tú? ¿Quién estará ahí incondicional?

No merecía tu cariño y amistad. No merecía tanto de ti; y tú tan poco de mí. Tu amistad era el farol que me mostraba que no estaba solo, que siempre había a donde ir, a donde llegar, alguien que esperaba por mí y que quería diera mi mejor intento. Y yo… en los últimos momentos no estuve; cuando más me necesitaste; cuando pude cambiarlo todo. Cuando mi mano debió sostener la tuya, aunque fuera para despedirte en compañía de alguien que te amaba; casi tanto como tú me amaste. Pero no fue así… ¡Y no debía importar la distancia, ese vasto espacio que nos separaba…! Te imagino deseando estuviera contigo, porque seguro fue así; sintiéndote sola, abandonada, lejos del cariño que en ese momento como nunca necesitaste.

Muchas veces me dijiste, me pediste: «Ven», «Ven»… y yo…

Moriría simplemente para pedirte perdón, para mirarte una vez más antes de partir a donde seguro iré por haberte fallado… por no cuidar al ángel que me fue enviado. ¡Pero sé que no puedo, no es lo que querrías; seguro! Aunque es lo que más quiero. Sabes que no comparto tus creencias, y siendo así, posiblemente solo termine todo en la nada, y este dolor que sé no parara hasta la tumba… se valla con mí existir. Pero, ahora como nunca, más que todo en mi vida, quiero creer en eso que crees, recordando el símbolo de tu fe que siempre pende de tu cuello. ¡Quiero creer con desesperación, que hay un “paraíso”, un lugar donde nos veremos de nuevo, donde podre contarte todo lo que ha pasado en mi vida desde aquella última llamada; y con esto, esta idea, esta esperanza en mi pecho, poder seguir con mi vida sin el tormento de tu ausencia, sabiendo, si lo hago bien, será mi recompensa poder tenerte frente a mí… una vez más y para siempre. Sera difícil sintiendo la inclemencia de esta vida, de este mundo cada vez más frío, despiadado e indiferente… y sin el manto que me cubría protector con tu presencia aquí.

¿Ahora quién me dirá lo bello que es este mundo, lo placentera que resulta esta vida? E irónicamente ahora que lo requiero más que nunca, ahora que todo se ha tornado opaco y negruzco, ahora que todo es desdicha y dolor; una dolencia que no aminora sino que increpa creciente desde que lo supe; y parece no parara de aumentar nunca.

El placer nostálgico y el dolor torturante, al recordarte, luchan sin haber un rotundo ganador, siendo siempre yo el perdedor. A veces, como ahora, los recuerdos son vividos de imagen y sosegados de sentir, pero creo están en mi mente todos, de cada momento compartido, juntos. Tu rostro, tu sonrisa no se desvanece de mi mente, ni tus bailes espontáneos u ocurrencias jocosas, tus palabras bellas… Tus besos inocentes, tus ojos luminosos, tu magnifica belleza.

¿Si las fuerzas se acaban, si mis ganas de vivir se agotan, qué deberé hacer? ¿Acudir a tu recuerdo, a tu memoria, a tus antiguos concejos, a suponer lo que me dirías?, esperando no empeore mi condición.

¿Me pregunto si cuando escucho una canción que sé gustabas de cantar, bailar, silbar o tararear, moriré un poco más; o si al mirar un paquete de golosinas y comerlos por ti, moriré un poco más; o si al desear mires algo que quizá te gustaría o que quisiera vieras, moriré un poco más?, hasta que no quede nada, más que un cartón vacío, una mera carcasa. ¿O si me repondré alguna vez; y no dolerá tanto; pues todo lo anterior al contrario me daría vida?

Cuando extinga mis lágrimas dolidas y merme mi compunción, ¡te prometo! —eso espero—, ahora que yaces durmiendo en calma, con mi cabeza en tu pecho, que lucharé con ímpetu por recordarte con gusto, placer, con nostalgia y no con dolor ni pena, aunque no pueda ser así siempre; honraré tu memoria, atesorare tu recuerdo, amaré lo que dejaste en mí… Lo haré, me impondré ante mí, por ti; pensando eso te hace feliz.

Para mi amada mejor amiga… y más…    «$3_(2»


D. Leon. Mayén




El infortunio de la muerte es que el pesar sigue después de ella; en nuestra vida. Y la dicha de la vida es que el amor sigue más allá de ella; la muerte.

No hay comentarios.: