Amor; esto que carbonizó y no cauterizó
Que fácil resulta amar lo que los ojos degustan guiados por
el instinto primario del cerebro; algo para mi frívolo, mas no esquivo. Que
simple “amar” por interés o vanidad; algo que me resulta deleznable. Porque, casi
certero, el amor, como todo, es bueno pero también opuesto a eso que tanto se
clama y anhela de él, eso bello y puro; todo es así, y no por contraparte sino
por sí mismo, pues lo que percibimos son los tonos de algo complejo, amorfo y vasto.
Siempre supe que ella era abismalmente más inteligente que
yo, sagaz, brillante, virtuosa como ninguna; entre ser trilingüe y los diversos
talentos más que posee, doctos e innatos. ¡Todos ellos de mi admiración; jamás
cuna de celos o envidia! También, ya lo he dicho antes, creo, lo que más
extraño de ella son nuestras conversaciones, profundas, analíticas,
introspectivas y llenas de libertad. ¡De tanto hablamos que poco fue lo que no
dijimos!
Que difícil me ha sido superarla —pero jamás olvidarla—, dar
siquiera el más nimio movimiento de mi pie adelante. Meses la lloré, días
interminables la sufrí, noches la añore… Y ahora, decidiendo seguir adelante me
topo con la verdad, o lo que, como toda verdad, asumo como tal, absoluta. Que
difícil amar desde el corazón, por muy meloso o simplón que se oiga; que
difícil amar desde el pensamiento, desde la mente, la inteligencia, o al menos
lo que se llama así.
Ahora, nada complicado me es mirar a una mujer, y tras
observar su beldad, cuestionarme disímil planteamientos, abundantes de
objetividad sobre ella. Y todo de forma fugaz, ya que, sinceramente… desde ella
no me he acercado siquiera a conversar diez minutos con alguna mujer; tal cual
antecedente a ella —con algunas excepciones durante—. Claro es que entonces,
antes, era mi timidez lo que me lo impedía; mas ahora temo sea un sesgo en mí.
Pues quizá busque a una mujer semejante a ella, al menos en sus dotes más
atrayentes para mí, todo ello que me cautivo y lo volvería a hacer.
Ser realista, aceptar los hechos sobre uno mismo es crudo,
duro e incluso doloroso, pero más, razón de rechazos y marginación. Claramente
jamás saldría con una mujer que fume o beba o “consuma”, me es repulsivo el
vicio; de no serlo, a saber qué sería de mí. Mujeres vánales, egocéntricas o superfluas,
las evito cual vampiro a la cruz. Pero sin embargo, una mujer interesante,
apasionada, sincera, noble, impetuosa, valiente, decidida o inclusive sencilla,
me resultan atrayentes, hablando de un impulso inconsciente, pero del que soy
consciente —algo complicado—. Como lo he dicho antes en alguna entrada, el
físico me resulta más algo secundario que dejo en manos del “instinto” y no del
prejuicio o el juicio. Pensar en alguna mujer que irremediablemente siendo más
“inteligente” que yo —pongo comas, pues la inteligencia me parece relativa y
variable dependiendo de cómo se mida: bien un brillante matemático puede
resultar un tonto en dotes artísticos; porque además soy fiel creyente de las
multi-inteligencias y que todos a nuestro modo resaltamos intelectualmente— me
resulte atrayente me cautiva con intrigante sosegó; a diferencia de lo que se
pueda creer debido a la costumbre machista de la humanidad; pero eso sí, la
arrogancia o superioridad ni a mi padre se la perdono, ja-ja-ja.
Me parece debido a un “lejano incidente”, me llegan a
arrobar las mujeres mayores que yo, ya sean cinco o veinte… Pero también chicas
de mis andares me apresan incontenibles, ya sean del tipo que sean, serias y
calladas, joviales y dichosas, o de look tétrico, labios obscuros, cabellos
teñidos; o también la nueva moda de cabelleras ilusorias más coloridas que el
arcoíris. Pero ante todo esto, en mi corazón carbonizado, cicatrizante por los
amores de mi vida, surge turgente la penumbra del recuerdo, la vida entre las
cenizas y me remembra vidas pasadas y placeres arraigados… Haciéndome todo más
complicado.
En momentos como ahora lo que más deseo hallar, apeteciendo
por serenidad en mi mente velada de dudas y preguntas tormentosas e insufribles
hechos invariables, es con quien sostener dichas conversaciones, y que si bien
no calmen con ello del todo mi serenidad turbada por este mundo inclemente, sí
lo hagan sus besos y carisias, sus cariños y compasión comprensiva de un alma
tormentosa como la mía. Que al mirarme vea lo que con esfuerzos irreflexivos
oculto de la vista de todos, y llegue a calmar mi ser con uno de los simples
roses de nuestras pieles, o el lazo de nuestras manos, pero más aún la calidez
de su ser, de su corazón.
Esporádicas veces he oído decir o referir: “Las personas
inteligentes son más infelices”.... «Tendientes a la depresión y otros
trastornos símiles». A veces quisiera ser un simple imbécil que enamora a base de guarradas, poses jactanciosas y fútiles —no así para sus
cautas presas—; que las lleva a la cama y es todo lo que pretende; o por mero
calentón terminar siendo padre; la vida resulta más simple así. ¡La verdad es
que no, no soy tan simplón como para siquiera contemplar mi vida así, sólo
bromeo socarrón!
Si bien, aun todavía, a estas alturas, algunas mujeres,
buscan a algún príncipe azul, o la fantasía de ello; supongo yo busco algún
ángel celestial, una Diosa en un avatar, quizá, o bien un ángel caído que
comprenda mi sufrir en este mundo sin aparente paraíso verdadero; señalada ella
falsamente por quien irremediable es. Todo, claro está, metafóricamente
hablando, por qué, ¿acaso no es eso la vida, una metáfora que creamos bajo el
velo de nuestra percepción?
Pero como he dicho, soy realista, y mucho no digo aquí; sé
esa mujer es diminutamente probable que “llegue” a mí. No sufro por ello, se
quién soy, mi situación irremediable y que esperar por consecuencia; por mucho
que me lacere saberlo. La pregunta es: ¿Qué tan adversa o trágica puede
resultar una vida solitaria? No lo sé, pero ya lo sabré… Y quizá se los cuente,
si puedo, entonces.
¡Porque nada es más complicado, pero bello, que enamorarse
de cuerpo, mente y alma de quien se ama!
Y más aun perder ese amor platónico 1
1 Filosóficamente hablando. No de manera popular.
D. Leon. Mayén
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