miércoles, 19 de octubre de 2016

Amor; esto que carbonizó y no cauterizó

El amor; ya no se si comienzo a cansarme de hablar de él, o sólo de ese, ese pasado y arraigado en mi ser.

Amor; esto que carbonizó y no cauterizó


Que fácil resulta amar lo que los ojos degustan guiados por el instinto primario del cerebro; algo para mi frívolo, mas no esquivo. Que simple “amar” por interés o vanidad; algo que me resulta deleznable. Porque, casi certero, el amor, como todo, es bueno pero también opuesto a eso que tanto se clama y anhela de él, eso bello y puro; todo es así, y no por contraparte sino por sí mismo, pues lo que percibimos son los tonos de algo complejo, amorfo y vasto.
Siempre supe que ella era abismalmente más inteligente que yo, sagaz, brillante, virtuosa como ninguna; entre ser trilingüe y los diversos talentos más que posee, doctos e innatos. ¡Todos ellos de mi admiración; jamás cuna de celos o envidia! También, ya lo he dicho antes, creo, lo que más extraño de ella son nuestras conversaciones, profundas, analíticas, introspectivas y llenas de libertad. ¡De tanto hablamos que poco fue lo que no dijimos!
Que difícil me ha sido superarla —pero jamás olvidarla—, dar siquiera el más nimio movimiento de mi pie adelante. Meses la lloré, días interminables la sufrí, noches la añore… Y ahora, decidiendo seguir adelante me topo con la verdad, o lo que, como toda verdad, asumo como tal, absoluta. Que difícil amar desde el corazón, por muy meloso o simplón que se oiga; que difícil amar desde el pensamiento, desde la mente, la inteligencia, o al menos lo que se llama así.
Ahora, nada complicado me es mirar a una mujer, y tras observar su beldad, cuestionarme disímil planteamientos, abundantes de objetividad sobre ella. Y todo de forma fugaz, ya que, sinceramente… desde ella no me he acercado siquiera a conversar diez minutos con alguna mujer; tal cual antecedente a ella —con algunas excepciones durante—. Claro es que entonces, antes, era mi timidez lo que me lo impedía; mas ahora temo sea un sesgo en mí. Pues quizá busque a una mujer semejante a ella, al menos en sus dotes más atrayentes para mí, todo ello que me cautivo y lo volvería a hacer.
Ser realista, aceptar los hechos sobre uno mismo es crudo, duro e incluso doloroso, pero más, razón de rechazos y marginación. Claramente jamás saldría con una mujer que fume o beba o “consuma”, me es repulsivo el vicio; de no serlo, a saber qué sería de mí. Mujeres vánales, egocéntricas o superfluas, las evito cual vampiro a la cruz. Pero sin embargo, una mujer interesante, apasionada, sincera, noble, impetuosa, valiente, decidida o inclusive sencilla, me resultan atrayentes, hablando de un impulso inconsciente, pero del que soy consciente —algo complicado—. Como lo he dicho antes en alguna entrada, el físico me resulta más algo secundario que dejo en manos del “instinto” y no del prejuicio o el juicio. Pensar en alguna mujer que irremediablemente siendo más “inteligente” que yo —pongo comas, pues la inteligencia me parece relativa y variable dependiendo de cómo se mida: bien un brillante matemático puede resultar un tonto en dotes artísticos; porque además soy fiel creyente de las multi-inteligencias y que todos a nuestro modo resaltamos intelectualmente— me resulte atrayente me cautiva con intrigante sosegó; a diferencia de lo que se pueda creer debido a la costumbre machista de la humanidad; pero eso sí, la arrogancia o superioridad ni a mi padre se la perdono, ja-ja-ja.
Me parece debido a un “lejano incidente”, me llegan a arrobar las mujeres mayores que yo, ya sean cinco o veinte… Pero también chicas de mis andares me apresan incontenibles, ya sean del tipo que sean, serias y calladas, joviales y dichosas, o de look tétrico, labios obscuros, cabellos teñidos; o también la nueva moda de cabelleras ilusorias más coloridas que el arcoíris. Pero ante todo esto, en mi corazón carbonizado, cicatrizante por los amores de mi vida, surge turgente la penumbra del recuerdo, la vida entre las cenizas y me remembra vidas pasadas y placeres arraigados… Haciéndome todo más complicado.
En momentos como ahora lo que más deseo hallar, apeteciendo por serenidad en mi mente velada de dudas y preguntas tormentosas e insufribles hechos invariables, es con quien sostener dichas conversaciones, y que si bien no calmen con ello del todo mi serenidad turbada por este mundo inclemente, sí lo hagan sus besos y carisias, sus cariños y compasión comprensiva de un alma tormentosa como la mía. Que al mirarme vea lo que con esfuerzos irreflexivos oculto de la vista de todos, y llegue a calmar mi ser con uno de los simples roses de nuestras pieles, o el lazo de nuestras manos, pero más aún la calidez de su ser, de su corazón.
Esporádicas veces he oído decir o referir: “Las personas inteligentes son más infelices”.... «Tendientes a la depresión y otros trastornos símiles». A veces quisiera ser un simple imbécil que enamora  a base de guarradas,  poses jactanciosas y fútiles —no así para sus cautas presas—; que las lleva a la cama y es todo lo que pretende; o por mero calentón terminar siendo padre; la vida resulta más simple así. ¡La verdad es que no, no soy tan simplón como para siquiera contemplar mi vida así, sólo bromeo socarrón!
Si bien, aun todavía, a estas alturas, algunas mujeres, buscan a algún príncipe azul, o la fantasía de ello; supongo yo busco algún ángel celestial, una Diosa en un avatar, quizá, o bien un ángel caído que comprenda mi sufrir en este mundo sin aparente paraíso verdadero; señalada ella falsamente por quien irremediable es. Todo, claro está, metafóricamente hablando, por qué, ¿acaso no es eso la vida, una metáfora que creamos bajo el velo de nuestra percepción?
Pero como he dicho, soy realista, y mucho no digo aquí; sé esa mujer es diminutamente probable que “llegue” a mí. No sufro por ello, se quién soy, mi situación irremediable y que esperar por consecuencia; por mucho que me lacere saberlo. La pregunta es: ¿Qué tan adversa o trágica puede resultar una vida solitaria? No lo sé, pero ya lo sabré… Y quizá se los cuente, si puedo, entonces.

¡Porque nada es más complicado, pero bello, que enamorarse de cuerpo, mente y alma de quien se ama!
Y más aun perder ese amor platónico 1

1 Filosóficamente hablando. No de manera popular.


D. Leon. Mayén

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