Las noches en vela, insomnes... son siempre mejores en compañía, y más aún en la correcta, la deseada.
Noches entre dos
Pasos y carisias
Muchas veces la noche es reflejo de la nada y del miedo, de
lo oculto y peligroso. No así en el cobijo del lecho, entre dos seres que se
desean… Se aman, se anhelan con desenfreno; no sólo con o por lujuria, sino
también con ella, aunada al cariño, el afecto, el romance creciente y el deseo
desbordado de ambos.
Momentos en los cuales el entorno, de algún modo, desaparece
de nuestras conciencias, dando pie a lo que sentimos, emocional y
sensitivamente; mezclándose ambas maneras de forma diáfana en nuestros cuerpos
y mentes… palabras, ademanes y expresiones, en nuestros ojos y labios, que con
estupor alborotan nuestro ser, uniéndose con mayor intensidad y frecuencia
mientras la noche se hace más honda, pero, apacible y gozosa. Entre
pensamientos que no compartimos, o quizá sí, del uno por el otro, entre roces y
carisias, lentas o arrebatadas, da igual; pues si bien el tacto de tu piel, de
tus cabellos, de toda tú entre mis manos o mi propia piel es un deleite,
atizarlo con palabras, susurros, lo vuelve todo un placer creciente.
Las noches llegan a ser parcas, esporádicas, tanto como un
abrir y cerrar de ojos; pero en tu compañía se prolongaran en segmentos; aunque
a futuro se vuelva un entrañable recuerdo en mi cabeza… Al disfrutar de cada
detalle se convertirán en una extensa escena, que más allá de cualquier pantalla
posible, retendré en ella tú aroma, no el que impregnas cada día para ornarte
de aún mayor atracción y placer al olfato —aunque también lo remembraré, pues
es parte de ti—, sino del que emana esencial de tu cuerpo, impregnando mi
olfato con él en cada beso que dé a tu cuerpo, de pies a cabeza; del sentir de
tu presencia, de mi vista que te contemplara como lo mereces, hasta que me
pidas cese. Pues en ese momento, mis manos, mis labios, mis ojos… todo yo
estaré volcado a tu venia y voluntad; abnegados a tu voz guiadora que musita —o
como sea— indicándome que hacer, a donde ir, cuando volver y sobre todo como
andar entre tú magistral ser.
¡Marca el paso… y lo seguiré! Un buen vals, danza, o
cualquier baile es mejor al compás, de tal modo que dos asemejen uno, que todo
movimiento propicie armónico el próximo; hasta dar al esmero y el cansancio su
merecida recompensa. Y así, emprenderá, en la orquestal noche —si eso deseas—
entre voces, risas y gemidos, la segunda pieza conociendo mejor el ritmo y el
paso, sea cual sea: lento o acelerado, suave y sutil o repetido y marcado.
Deseando cada vez, insaciable, conocer un poco más de ti;
desde cada una de tus cabellos, tu nuca, contar una a una las vertebras de tu
espalda mientras las roso con delicadeza, y así cada centímetro de tu cuerpo…
todo el que me permitas reconocer; pero, también aunar en tus pensamientos, tus
ideas y secretos, que de tu voz bondadosa compartas conmigo; ocultándolos con
mi vida si así lo pides.
Cual felino nocturno, no siempre está en mí la docilidad,
tornada a veces en capricho y curiosidad, ansia o arrebato pasional; mas no
creas con mis garras de laceraré… Jamás lastimaría las manos que con cariño me
acarician.
Así, en estas noches, o no tan noches, con el transcurrir
crearemos, mutuos, nuestro propio baile: al ritmo y compás compuesto a la par,
extasiante y jubiloso para ambos.
D. Leon.
Mayén
¡Y cómo extra, esta canción!
Fotografía del perfil, en Flickr, de Vladimir Pustovit
(Usada bajo la licencia Creative Commons)
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